RECOMPONER EL MOVIMIENTO OBRERO
Hace ya 400 años, William Petty, uno de los más destacados campeones del
liberalismo clásico escribió:
“La
ley sólo debería conceder al obrero lo estrictamente necesario para vivir, si
se le concede el doble no rendirá más que la mitad del trabajo de que es capaz
y que de otro modo suministraría. De donde resultará que el público saldrá
perjudicado en una cantidad igual de trabajo” [1]
En estas pocas líneas, Petty
expresaba la exigencia fundamental de la burguesía, aún cuando todavía no era
la clase dominante más que en unos pocos países: libertad para explotar el
mayor tiempo posible la fuerza de trabajo del obrero. De otro lado, Petty, a
tan temprana época, expresa con toda claridad y candidez la esencia de la explotación
del capital sobre el trabajo: 1º establecer un salario mínimo representado por
la cantidad de bienes capaces de cubrir tan sólo lo estrictamente necesario
para impedir la muerte del obrero por hambre y para mantenerlo en condiciones
de trabajar, así sea en las condiciones más miserables; 2º la existencia de un
excedente de trabajo, no pagado por el capitalista. Marx, comentando el pasaje
citado, lo explica así:
“El
valor del trabajo se determina, pues, por los medios de vida necesarios. Para
mover al obrero a producir plusvalía y a suministrar trabajo sobrante, no hay
más remedio que obligarle a desarrollar toda la fuerza de trabajo de que sea
capaz con el fin de obtener lo estrictamente necesario para subsistir…”[2]
No deja de llamar la atención otro señalamiento de Petty, es el referido
a que “el público saldrá perjudicado en una cantidad igual de trabajo”. De
manera palmaria, el ideólogo burgués sólo reconoce a su clase, la burguesía,
como expresión de la ciudadanía (el público) y no puede tolerar que se le
impida apropiarse, gratuitamente, del tiempo sobrante del obrero. Poco más de
cien años después, los revolucionarios franceses, al igual de los ingleses y
los norteamericanos, sólo otorgarán derechos electorales a los propietarios,
quedando de manifiesto la verdadera esencia de la tan cantada democracia
burguesa. ¿Extraña entonces la afirmación de Lenin donde exhibe a la democracia
como la careta utilizada por la burguesía para encubrir su dictadura, cuando no
la ejerce abiertamente? Y si hoy el proletariado tiene derecho al sufragio
universal, a la legislación que, por lo menos, atempere la voracidad
empresarial y cuenta con un mínimo de seguridad social, no es por la
magnificencia ni por la largueza de la burguesía, sino por la tenaz lucha de
los trabajadores en pro de esos derechos.
En estos aciagos días de globalización y neoliberalismo, los postulados
de los santos patricios burgueses son considerados, tras 400 años de
existencia, dogmas de fe de los economistas al servicio de las grandes empresas
monopólicas dominantes en la economía mundial. Y como dogmas se acatan, pero no
se discute su validez. Al igual de los obispos bisantinos, se discute
interminablemente sobre el tema, sin poner en duda los dogmas; tal es, en
esencia, la ciencia económica burguesa en nuestro tiempo.
En estos aciagos días de dominio de los descendientes de tan castos
barones, se nos quiere regresar a la época cuando los capitalistas eran dueños
de las vidas y honras de los obreros y se les trataban ni más ni menos que como
a esclavos, o peor, pues los esclavos, al menos, tenían asegurada su
existencia, cruel e infame, es cierto, pero, al fin y al cabo asegurada, lo
cual no sucede con el proletariado.
No obstante bravos capitanes de empresa se han lanzado a luchar para
acabar con lo considerado por ellos abusos de los obreros, quienes en el colmo
de la inconsciencia pretenden ganar cada día más y obtener prestaciones aún
mayores, sin tomar en cuenta ¡oh irresponsables!, que la sacrosanta competencia
interburguesa exige que sean sacrificados, y a lo cual egoístamente se resisten pues carecen de
solidaridad con las empresas de donde obtienen lo necesario para alimentarse
ellos y sus familias.
Se pretende terminar con tal infamia de los trabajadores, y los paladines
de la libre empresa, encabezados por personeros imperiales, atacan sin piedad
las conquistas históricas de la clase obrera.
Aprovechando el desarrollo desigual del capitalismo, los neoliberales
imponen condiciones de intercambio más gravosas todavía a los países
subdesarrollados arruinando sus economías. Valiéndose del espantoso desempleo
reinante en esos países, trasladan las empresas a ellos, para evadir los
salarios vigentes en sus respectivas naciones, sin ninguna ventaja para los
países receptores de semejantes inversiones, pues no aportan tecnologías de
punta aprovechables por los países donde invierten, no generan valor agregado
autóctono, los empleos creados son totalmente precarios, pues eluden la
seguridad social de los trabajadores y los salarios pagados son miserables,
insuficientes para mejorar las condiciones de vida de los asalariados, tampoco
aportan fiscalmente, aplican una competencia desleal con los países
maquiladores, porque los productos regresan a los mismos reetiquetados y a
precios mucho mayores, convirtiéndolos en exportadores netos de capital, pues
las ganancias jamás se reinvierten en ellos, descapitalizándolos y saqueando
sus recursos naturales y humanos, etc.
También en las metrópolis imperiales se resienten los efectos de esas
medidas. El desempleo va en aumento y se ha convertido en un mal crónico; la
ofensiva contra la seguridad social, en especial los servicios médicos, los
seguros de desempleo y las pensiones, que país tras país, se entregaron a la
oligarquía financiera, se han intensificado y han originado grandes
movilizaciones en casi todos los países industrializados; la utilización de
inmigrantes ilegales en la industria ha creado un enorme ejercito de reserva
utilizado por las patronales para reducir los salarios de los obreros e
intentar aniquilar su resistencia, y como complemento, a los trabajadores
ilegales se les mantiene totalmente marginados de los beneficios sociales,
incluso, ni siquiera pueden obtener una licencia de manejo o asistir a un médico
ante el temor de las deportaciones, lo mismo en EE UU que en Europa, Asia y
América Latina, sin embargo, la ausencia de oportunidades económicas, a causa
del sometimiento de los gobiernos locales a las exigencias de los organismos
financieros imperialistas, les orilla a soportar situaciones, infrahumanas
muchas veces, como acontece en Corea, China, La India , etc., en donde los
obreros son tratados peor que animales y sometidos, en muchos lugares, a
condiciones de semiesclavitud.
Los efectos sobre los trabajadores han sido devastadores. La población
es expulsada de sus países por lo que la emigración se ha disparado en todo el
mundo, incluso, de los países del antiguo bloque socialista han debido,
prácticamente, exiliarse cientos de miles en Europa occidental. Otro tanto
ocurre de los países africanos hacia España y Francia. En América Latina la
emigración es masiva, sólo de México hacia los EE UU, se fueron en el sexenio
anterior más de 5 millones de personas, lo cual quiere decir que
aproximadamente el 5% de la población, principalmente rural, fue obligada a
marcharse del país por no encontrar posibilidades de empleo. .
No sólo la emigración aumentó. También la pobreza generalizada de los
trabajadores, tanto de la ciudad como del campo. El ataque a los sistemas de
seguridad social, aunado al empobrecimiento de la población, aumenta las
muertes por enfermedades fácilmente curables. En particular, las muertes por
desnutrición (eufemismo utilizado para denominar al hambre) se han disparado,
las condiciones de vivienda, de por sí precarias, han empeorado, la educación,
denuncia la UNICEF ,
ha decrecido y empeorado, y un largísimo etcétera más.
No deseo abrumarlos con un montón de cifras. Pero me parece adecuado que
por lo menos en un aspecto, particularmente odioso, demos algunos números, me
refiero al trabajo infantil:
En América Latina en 1990 trabajaban en la región 7.300.000 menores
entre los 10 y los 14 años. En San Salvador y otras ciudades brasileñas del
estado de Bahía viven y trabajan aproximadamente 3.000 niños. El Fondo de las
Naciones Unidas para la
Infancia (UNICEF) apuntó, por su parte, el pasado mes de
marzo, que en Haití existen entre 250.000 y 300.000 menores que trabajan como
empleados domésticos en condiciones de semiesclavitud. Las tres cuartas partes
de estas modernas cenicientas son niñas. Se llaman restavek (reste avec,
quedarse con alguien, en francés)[3]. En México, según el
INEGI, “Al año
2002 en México, 3.3 millones de niños y niñas de entre 6 y 14 años
realizan algún trabajo, esto es 1 de cada 6 niños en ese rango de edad”[4],
esa cifra, a 5 años de distancia, sin duda ha crecido significativamente.
En el Indostaní “Un millón de
niños tejen las alfombras en decenas de miles de telares distribuidos por
Pakistán, India o Nepal. Antiguos comerciantes exportadores las encargan a
intermediarios locales, los cuales a su vez las subcontratan a los propietarios
de los telares. Estos se las encargan a tejedores que las realizan con ayuda de
algunos asalariados. Muchos son los intermediarios y todos quieren obtener
beneficios. Basándose el último eslabón que normalmente son niños. Se los
prefiere no sólo por sus pequeños dedos adaptados al trabajo, sino también
porque los adultos no están dispuestos a semejante explotación.”[5] En
la misma India tenemos que: “Junto a tener uno de los mayores tasas de
analfabetismo en el mundo, la
India tienen el mayor número de trabajadores entre cuatro y
catorce años. El gobierno habla de diecisiete millones, la OIT de cuarenta y cinco
millones, pero Swani Aquivesh del Frente de Liberación del Trabajo Forzado,
admite que en el año 1994 había más de sesenta millones…Al menos cinco millones
son esclavos, forzados a no poder abandonar el puesto de trabajo a pesar de no
recibir paga, por deudas contraídas por su familia o porque los padres han
recibido un anticipo sobre este trabajo.”[6] “Panjaran, de 10 años, se convirtió en
esclavo a los 6 años por un préstamo de 14 dólares. Dice que "el encargado
me pegaría con un palo si no llegara a tiempo, si no liara 1.500 beedies en un
día, si estuviera cansado, si mirara alrededor; me pondría una caja de cerillas
debajo del mentón, y me pegaría si se cayera."
En la
industria del juguete a la explotación se suma la más cruel de las burlas: “En
la etiqueta estará escrito MATTEI, LEGO o CHICCO, pero el 80% de los juguetes
de todo el mundo se fabrican en China (donde el propio Ministerio de Trabajo se
muestra preocupado por la situación de los niños/as), en Tailandia e Indonesia.
Niños y niñas que durante doce horas al día se encuentran en contacto con
materiales plásticos inflamables, en ambientes sofocantes, sin casi comida y
durmiendo en campamentos-guetos…En el año 1933, dos fabricas de juguetes
ardieron en Tailandia y China. Hubo centenares de víctimas, entre ellas
multitud de niños/as.”[7] Si no fuera por lo trágico
del asunto, diríamos que tal parece un guión de Woody Allen. Por cierto, en
México, no hace mucho también se dio un sonado caso en el estado de Guanajuato,
de niños trabajando en una fábrica de Mattel, recibiendo salarios que
difícilmente alcanzaban para comer y cubriendo jornadas de hasta 14 y dieciséis
horas diarias, por supuesto, sin pago de tiempo extra.
El
humanista, democrático y liberal capitalismo, no tiene el menor reparo de
conciencia para destruir sin miramientos, lo más preciado para la sociedad: sus
niños.
Al igual
que su remoto antecedente, esto es, el liberalismo clásico, llamado justamente
“capitalismo salvaje”, el neoliberalismo, al basarse en similares políticas y
exigencias, produce los mismos desastrosos efectos en la clase obrera. No hay
ciencia en ello, simplemente que la gallina siempre pone huevos.
Pero la
lucha no se reduce al debate ideológico. Los dirigentes burgueses saben
perfectamente lo que quieren y lo que necesitan para conseguirlo. Ellos
reclaman su derecho a la libre e impune explotación de los obreros, a adueñarse
sin compensación alguna del tiempo excedente del proletariado, más les queda
perfectamente clara la necesidad de eliminar los instrumentos de defensa con
que cuentan los trabajadores. Por tal razón, la santa cruzada neoliberal enfila
sus fuerzas a la eliminación de las organizaciones obreras, en especial los
sindicatos, o, en el peor de los casos, dejarlos en un estado de postración tal
que haga casi imposible el cumplimiento de sus objetivos.
Para
conseguir estas metas, la burguesía recurre a diversas tácticas. Promulga leyes
restrictivas de las atribuciones de los sindicatos; lleva a cabo ignominiosas
campañas propagandísticas presentando a las organizaciones laborales no como
instrumentos de defensa de los obreros, sino como grupos mafiosos que sólo
defraudan a sus agremiados y extorsionan a los empresarios, usando como
ejemplos, sin deslinde alguno, a los sindicatos blancos creados por los
burgueses, a fin de crear la desconfianza de los trabajadores en sus
organizaciones de lucha; utiliza la fuerza de trabajo inmigrante, en particular
la ilegal, para dividir a la clase obrera, minar la solidaridad entre los trabajadores,
reducir los salarios y aniquilar las conquistas laborales, logradas a lo largo
de una larga y sangrienta lucha; en las ramas estratégicas, emigran las
empresas a zonas de baja influencia sindical, como la costa oeste de EE UU
donde se asentó la industria de la computación (el célebre Silicon Valley) para
impedir la organización de los asalariados, ó bien, se llevan las empresas al
extranjero, donde la mano de obra es prácticamente regalada y los derechos
laborales inexistentes; y cuando ninguna de esta medidas resulta, simplemente
recurre a la fuerza pública bajo el pretexto de “proteger derechos de
terceros”.
Los
resultados obtenidos por la burguesía no son malos para ella. La membresía de
los sindicatos ha disminuido de forma importante, hay zonas, como el Medio
Oriente, la India ,
Corea y la misma China, donde los sindicatos tienen una existencia puramente
formal, pero son totalmente impotentes para defender a los trabajadores que los
forman, y en América Latina cada vez gravitan menos en torno a las políticas
salariales de sus respectivos países; los salarios se han reducido o,
mínimamente, están estancados, que es una forma disimulada de reducirlos; las
prestaciones fueron disminuidas, en muchos casos con el aval de las propias
organizaciones sindicales y los fondos de pensión fueron a parar a las arcas de
la oligarquía financiera que de pronto contó con enormes flujos de efectivo los
cuales utiliza para doblegar a los mismos gobiernos burgueses; disponen, como
hemos señalado más arriba, de un creciente ejército de reserva formado por los
trabajadores inmigrantes, en particular de los ilegales; el aumento del trabajo
infantil es escandaloso, e infame, al punto de que aun diversos gobiernos
capitalistas protestan en contra de él; de igual modo, las jornadas de trabajo
se vienen alargando a gusto de las patronales y se acentúa la desigualdad
laboral entre hombres y mujeres, violentándose el principio de “a trabajo
igual, salario igual”, con la introducción de la llamada polivalencia, así como
la seguridad en el empleo; la seguridad e higiene en el trabajo se ha esfumado,
y la frecuencia de accidentes de trabajo, así como la incidencia de
enfermedades profesionales aumenta peligrosamente. En fin, las condiciones
laborales empeoran, en la misma medida que el enriquecimiento de los patrones
aumenta.
Los
obreros, encabezados por los sindicatos, han dado fuertes combates en contra de
la política neoliberal, en algunos casos han logrado detener acciones
encaminadas a despojarlos de derechos fundamentales. Sin embargo, también es
real que no han podido adaptarse del todo a las nuevas circunstancias
laborales.
Por
ejemplo: no se ha podido articular una acción unificada a nivel internacional,
capaz de romper las barreras nacionales de que se valen las transnacionales
para impedir el accionar unido de los trabajadores. Tampoco se ha diseñado una
política obrera hacia los trabajadores inmigrantes, quienes pudiendo ser
reservas de la clase obrera, se convierten en reservas de los empresarios que
los usan para romper la unidad de los asalariados. Asimismo, al mantener una
actitud apolítica de hecho se deja manos libres a los partidos burgueses, para
que impulsen y aprueben legislaciones laborales totalmente adversas al
proletariado. Se ha abandonado el trabajo sistemático de afiliación sindical,
sobre todo entre los parados, y la actividad sindical se ha refugiado cada vez
más en los problemas domésticos, desentendiéndose de los grandes problemas
sociales. Otro punto dejado de lado, es el relativo a la necesidad de pugnar
por construir un nuevo orden social, en el cual sean los intereses de los
productores directos de las ciudades y el campo, los que orienten la producción
y la distribución de la riqueza, y no los de una insignificante minoría
insaciable que explota y oprime a toda la sociedad. No se ha planteado, ni
puesto en práctica, de manera sostenida y sistemática, una contracampaña obrera
tendiente a denunciar y exhibir cual es el verdadero fondo de la propaganda
antisindical de la burguesía, etc.
En síntesis,
debemos dejar de considerar a los sindicatos sólo en su dimensión salarial. Son
mucho más que eso. Los sindicatos responden a una necesidad concreta: enfrentar
el poder burgués, que no cuenta sólo con su poder económico, sino además, con
el poder estatal. Por eso, Marx decía:
“...Los obreros se han convencido de que el único medio
de hacer frente al poder exorbitante del capital reside en la cohesión de sus
propias filas”.[8]
Por eso,
añade Marx en otra parte:
“Las coaliciones y los sindicatos, que nacen de
aquellas, tienen una importancia excepcional no sólo como medio de organización
de la clase obrera para la lucha contra la burguesía. Su importancia en este
aspecto viene confirmada, entre otras cosas, por el hecho de que hasta los
obreros de los Estado Unidos, pese al derecho electoral y la república, no
pueden prescindir de los sindicatos”[9]
En efecto, la clase obrera requiere de sus organizaciones naturales de
lucha, los sindicatos en particular. No sólo para gestionar mejores condiciones
salariales y de trabajo, sino para oponerse al poder burgués y derrotarlo, esto
es, en la lucha política. Al respecto, Marx indica:
“Si
los sindicatos son necesarios para la lucha de guerrillas entre el capital y el
trabajo, son todavía más importantes como fuerza
organizadora para acabar con el sistema mismo de trabajo asalariado y el poder
del capital…
“Independientemente de sus objetivos iniciales, ellos
debe aprender ahora a actuar de modo consciente en calidad de centros
organizadores de la clase obrera, planteándose la gran meta de la plena emancipación de ésta. Deben
apoyar todo movimiento social y político que se realice en este sentido.
Considerándose y actuando en la práctica como representantes de toda la clase
obrera y luchadores avanzados por los intereses de ésta, tienen el deber de
atraer también a sus filas a los obreros no organizados…”[10]
Más claro, difícilmente podría expresarse.
No quiero concluir sin referirme a un
aspecto fundamental para el movimiento obrero. Hablo de la prensa y la
propaganda propiamente obreras.
Ese es otro aspecto dejado de lado por los
trabajadores. Hoy, la prensa obrera es prácticamente inexistente, fuera de unos
cuantos esfuerzos individuales sin conexión alguna entre sí. A pesar de que la
radio va para un siglo de existir y la televisión casi 60 años, pocas son las
estaciones de radio y tv organizadas y dirigidas por los sindicatos y las
posibilidades abiertas a la comunicación por la nueva tecnología, están pasando
frente a nosotros sin que hagamos nada para incorporarlas a nuestro arsenal
propagandístico; dependemos en, este terreno, totalmente de la burguesía.
Por
ello, proponemos algunas acciones que consideramos mínimas e indispensables:
1)
Fortalecer la democracia interna de los sindicatos para
hacer partícipe a las bases de los diversos problemas que enfrentan, y, en
particular, que se involucren más en la dirección de sus organizaciones. Luchar
por recuperar los sindicatos que estén en manos de dirigentes blancos.
2) Organizar
una campaña sostenida de recuperación de afiliados a las organizaciones
sindicales.
3) Oponer
a la campaña de infundios de la burguesía, una contracampaña obrera, que debe
comprender la prensa obrera, utilización de nuevas tecnologías de comunicación,
asambleas en cada unidad laboral, etc.
4) Incorporar
a los sindicatos a la fuerza de trabajo inmigrante, procurar su defensa para
convertirla de reserva del capital en reserva del proletariado.
5) Establecer
una política adecuada hacia los sectores de trabajadores no sindicalizados,
destacando para ello activistas profesionales.
6) Retornar
a los principios del internacionalismo proletario.
7) Formar
sindicatos internacionales, a fin de que los trabajadores de una misma empresa
que tenga empresas en distintos países, puedan negociar colectivamente con ella.
8) Avanzar
a la formación de sindicatos únicos (multiramas) que superen la división en
ramas productivas, a fin de cohesionar la fuerza obrera y negociar en
condiciones más ventajosas para los trabajadores.
9) Asumir
una participación más intensa en la vida política de los países a fin de
impulsar la aprobación de leyes más ventajosas a los obreros, y por mejorar en
lo posible las condiciones de vida sociales. No perder de vista que nuestro
objetivo final es la desaparición de: el sistema de trabajo asalariado, el
dominio del capital sobre el trabajo y la explotación del hombre por el hombre.
10) Crear
unidades productivas propias, en forma de cooperativas, tanto de producción
como de consumo.
11) Fortalecer
las escuelas de formación política donde existan, y formarlas donde no haya.
Estos
son, a grandes rasgos, nuestros puntos de vista sobre la problemática sindical
actual, los ponemos a consideración de los asistentes.
ORGANIZACIÓN
POLITICA PROLETARIA.
[1] Citado por Marx en: Historia
Crítica de la Teoría
de la Plusvalía. T.
I, P.10, Ediciones Brumario, Buenos Aires, 1974.
[2] Ibid P. 10
[3] Trabajo Infantil. Monografía publicada en
www.monografias.com/trabajos/einfantil/einfantil.shtml
[4] Niños que trabajan. Publicado por el INEGI en:
http://cuentame.inegi.gob.mx/poblacion/ninos.aspx?tema=P
[5] Ibid nota 3
[6] Ibid nota 3
[7] Ibid nota 3
[8]Karl Marx. La cuestión de
la guerra, en la recopilación: Marx, Engels, Lenin “Sobre el Comunismo
Científico”. Edit. Progreso Moscú. 1980 P. 153
[9]Carta de Marx a Engels del
18 de febrero de 1865. Recopilación citada, página citada.
[10] Kart Marx. Instrucción a
los delegados al Comité Central provisional sobre problemas sueltos.
Recopilación citada. P. 154
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