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Organización  Política  Proletaria OPP

18 feb 2012

¿POR QUÉ UNA ESCUELA DE CUADROS?


La sociedad mexicana, como todas las sociedades basadas en la propiedad privada de los medios de producción, está dividida en clases antagónicas e irreconciliables: de un lado quienes son dueños de los medios de producción y de otro lado quienes carecen de ellos y solo poseen su fuerza de trabajo para sobrevivir. Los primeros forman la clase de los burgueses, o burguesía, y los segundos la de los proletarios o proletariado.

El capitalismo tiene como característica principal que la producción es una producción mercantil; es decir, no se produce en función de las necesidades de la sociedad, sino que se producen mercancías, la cuales están destinadas al cambio, de ahí que la operación fundamental sea  el intercambio de mercancías, mismo que se da entre poseedores de mercancías y representa la manera de obtener los medios de subsistencia y de ahí, también, que, como señalara Marx, la mercancía sea la célula fundamental de la sociedad capitalista.

El proletariado, llamado también clase obrera, al no tener los medios necesarios para producir todo aquello requerido para su subsistencia, se ve obligado a vender a los burgueses, a quienes igualmente se llama capitalistas, la única mercancía con que cuenta: su fuerza de trabajo, la cual cambia por un salario, fuerza de trabajo que es consumida por el burgués en el proceso productivo. Así, el proletariado se vende diariamente, pues la fuerza de trabajo, que es la capacidad física, nerviosa e intelectual del obrero para producir, no puede ser separada de su cuerpo. De tal modo, los obreros se convierten en esclavos de los capitalistas durante un tiempo cada día en forma “voluntaria”, a diferencia de los esclavos antiguos que eran reducidos a la esclavitud por la fuerza y para toda su vida. Pero a diferencia también de los antiguos esclavos que tenían garantizada su subsistencia, ya que al ser propiedad de un esclavista particular era interés de éste que el esclavo no muriera de hambre y estuviera en condiciones de trabajar, el esclavo moderno, el proletario, no tiene garantizada su subsistencia si no encuentra un capitalista con el cual contratarse y venderse, pues, a fin de cuentas, el proletariado no es propiedad individual de un capitalista particular, es propiedad colectiva de toda la clase burguesa.

La fuerza de trabajo que la clase obrera emplea en la producción, crea mas valores de los necesarios para producir la propia fuerza de trabajo, sin embargo, ese sobrante se lo apropian gratuitamente los capitalistas. Ese excedente de valor, creado por los proletarios y del cual se adueñan los capitalistas sin pagar absolutamente nada, se llama PLUSVALIA y es la fuente de la riqueza de los empresarios. La extracción de plusvalía constituye la forma específica de explotación del proletariado por la burguesía y es el objetivo fundamental del modo de producción capitalista, siendo, en consecuencia, la máxima ganancia el motor que lo hace funcionar.

Como es lógico suponer, la burguesía buscará a toda costa aumentar la plusvalía extraída a los obreros, ya sea llevando la jornada de trabajo al límite de las fuerzas de los trabajadores, ya elevando los ritmos de trabajo, bien incrementando la productividad de las máquinas y las herramientas o utilizando de manera creciente el trabajo infantil y femenil, pagado siempre a un precio inferior. Sea cual fuere el método empleado por los capitalistas para acrecentar sus ganancias, tal crecimiento será siempre e inevitablemente a costa de los trabajadores, trayendo para ellos consecuencias desastrosas: aumento de la miseria, crecimiento de enfermedades directamente vinculadas con las condiciones materiales de vida como la tuberculosis, la desnutrición, etc., incremento en el consumo de alcohol, drogas así como una mayor prostitución, delincuencia y un creciente deterioro de los servicios de seguridad social, educación, etc.

Al inicio de su existencia, la burguesía jugó un papel revolucionario al encabezar la destrucción del régimen feudal que además de oprimir al pueblo (del que entonces formaba parte la propia burguesía), impedía el avance del desarrollo económico, político y cultural de la sociedad toda. En México en concreto, fue la naciente burguesía la que dirigió la lucha por la emancipación del país respecto a España y, después, derrotó a los conservadores que eran partidarios de preservar el antiguo régimen de opresión que prevaleció durante la colonia. Poco a poco, la burguesía fue concentrando en sus manos el poder económico y el político, pasando de ser una fuerza revolucionaria a ser una fuerza contrarrevolucionaria interesada sólo en mantener intactos sus intereses explotando inmisericorde y sangrientamente a todo el pueblo trabajador.

Por su parte, la clase obrera se ha opuesto a esa política criminal de la burguesía. En un principio luchó por conseguir mejoras económicas de manera espontánea, sin plan ni organización. El proletariado se componía en ese entonces de artesanos arruinados y de campesinos empujados a las ciudades por el avance industrial. En los comienzos de la lucha obrera, en algunos países se destruían las máquinas, a las que atribuían su ruina, esto porque ignoraban que la causa de la ruina del pueblo trabajador no radicaba en el creciente maquinismo, sino en la utilización del mismo para explotar a los obreros y sacar del mercado a la gran masa de productores de la ciudad y del campo. Conforme se desarrolló el capitalismo, el proletariado fue comprendiendo la importancia de la organización para su defensa y por ello empezó a organizar cajas de ahorro, mutualidades, cooperativas, sindicatos, etc., con los que buscaba disminuir la explotación burguesa e intenta mejorar sus condiciones materiales de existencia.

A cada acción del proletariado, la burguesía respondió con leyes opresivas, justificadoras de la explotación sobre el pueblo, y si las cosas rebasaban los límites permitidos por dichas leyes, echaba mano de las fuerzas armadas para poner orden en sus negocios. Además la iglesia, antaño fiel apoyo de los feudales, una vez derrotados estos, se alineo del lado burgués, condenando la lucha obrera a la cual calificó de pecado, sirviendo además de activa colaboradora y denunciante de la policía burguesa.  No sólo la iglesia se puso al servicio de los capitalistas. Igual sucedió con los intelectuales que le sirven creando teorías pseudo científicas con las cuales buscan convencer a la sociedad en su conjunto que el burgués es el mejor de los mundos posibles. Así, escuelas, universidades, periódicos, revistas, actividades artísticas y, en nuestros días, radio, televisión, internet, etc., se dedican a la glorificación del capitalismo.

Pero la clase obrera no ha permanecido estática. Todo lo contrario. El aumento de la pobreza aunado a la cruel represión en su contra, hizo que paulatinamente el proletariado fuera perfeccionando su organización y aclarando sus ideas.  De las mutualistas y cajas de resistencia, con sus acciones mas bien asistenciales, pasó a la creación de sindicatos y las acciones se tornaron de resistencia, haciendo su aparición la principal arma de los sindicatos: la huelga, que como señalara Lenin, es una auténtica guerra entre la burguesía y el proletariado, representando un enorme avance cualitativo ya que en sí la huelga exige que se planifiquen los movimientos, se movilicen disciplinadamente las fuerzas, se escoja en forma adecuada el momento de lanzarse a la lucha, etc., es decir, requiere de un alto grado de organización y conciencia.

El crecimiento de la lucha obrera, de su conciencia, de su grado de organización,  provocó que diversos intelectuales, originalmente procedentes de la propia burguesía (cual es el caso de Marx y Engels) renunciaran a su origen de clase y adoptasen los intereses del proletariado como propios, creando la ideología del proletariado, que no es otra que las teorías socialistas conocidas.

Inicialmente, la intelectualidad socialista elaboró un conjunto de teorías cuya principal debilidad radicaba en su desvinculación de la realidad social de la época. Carentes del debido conocimiento científico de la sociedad en la cual vivían, sus trabajos eran mas que nada descripciones fantasiosas de sociedades consideradas por ellos como perfectas pero totalmente inaplicables, terminando por apelar a la buena voluntad de los burgueses para poner fin al sufrimiento de los obreros; de ahí que se les conoce como “Socialistas Utópicos”. No obstante sus limitaciones, sus ideas contenían conclusiones geniales, esbozando críticas devastadoras contra el capitalismo en general y en particular a varios de sus aspectos especialmente odiosos.  Incluso algunos de ellos, Robert Owen en particular, son considerados con razón como predecesores de la moderna seguridad social.

La cúspide de las teorías socialistas la representan las elaboradas por Carlos Marx y Federico Engels, quienes resumiendo los conocimientos mas avanzados de su época dan a luz las teorías del “Socialismo Científico”, que por primera vez permite a la clase obrera contar con una teoría propia, la cual le hace ver que como clase tiene intereses propios, opuestos y contradictorios a los de la burguesía, además de tener una misión histórica por cumplir: destruir el capitalismo y formar una nueva sociedad donde no exista la explotación del hombre por el hombre, única forma de liberarse pues, a diferencia de todas las clases antes existentes, el proletariado sólo podrá liberarse liberando a la sociedad entera; esa es la única forma de dar paso a un régimen político realmente democrático, igualitario y libre, en fin, sólo esta teoría permite a la clase obrera pasar de ser “una clase en sí” a ser “una clase para sí”.

Al tomar conciencia de cual es su real interés de clase, el proletariado arriba a niveles superiores de conciencia y lucha. Su objetivo no es ya solamente la mejora inmediata y temporal de su situación económica, pues comprende con claridad que en tanto siga existiendo el capitalismo, tal mejora será efímera porque los capitalistas siempre encontrarán la forma de acabar con ellas, toda vez que la mejoría de la clase obrera sólo puede darse a costa de las ganancias de los capitalistas y éstos no están dispuestos a aceptarlo, antes bien, como hemos dicho, buscan de continuo métodos para aumentar sus ganancias y, con ellas, la explotación de los obreros.

Esta lucha ha tenido para los obreros momentos de victoria y de derrota. Sin embargo dos han sido los momentos cumbre para los proletarios en lucha: la creación de la “Comuna de París” en 1871 y la Gran Revolución de Octubre de 1917 en Rusia. Analizar a fondo las causas de las derrotas de estos grandiosos movimientos es parte de los estudios de una escuela de cuadros, sobre todo la revolución rusa que siendo una revolución triunfante que condujo a la fundación de la “Unión Soviética”, se aplicó una especie de suicidio para llegar a la situación lamentable en la que está hoy.

En este largo proceso de producción teórica del proletariado, tiene un sitio especial la teoría acerca de la construcción del partido político de la clase obrera, debida a Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, insigne continuador de la labor revolucionaria de Carlos Marx y Federico Engels. Contrario a lo que chabacanamente suponen muchos militantes e intelectuales clasemedieros, el partido de la clase obrera no es un instrumento puramente electoral. Desde luego, donde las condiciones lo permitan, el partido proletario debe utilizar la lucha parlamentaria (electoral) en su disputa por el poder con la burguesía; sin embargo, en la concepción leninista el partido no se ata las manos para utilizar cualquier método de lucha siempre y cuando se corresponda con el momento político que se vive; por tanto, el partido viene a ser el dirigente colectivo, el estado mayor revolucionario, “la conciencia organizada” de la clase obrera.

Precisamente, la teoría leninista del partido, es la parte del socialismo científico mas atacada en nuestros días. Tanto los ideólogos burgueses, como la intelectualidad pequeño burguesa, hacen correr verdaderos ríos de tinta buscando convencernos de que no sólo no es necesario, sino incluso es pernicioso que la clase obrera se organice en partido político. Los primeros porque les queda bien claro que “el pueblo organizado lo es todo y desorganizado es nada”, de tal manera que evitar la organización obrera sea un objetivo estratégico burgués, no dudando en invertir grandes recursos humanos y económicos para impedir  tal organización. Los segundos porque si bien rechazan la sociedad burguesa, mas aun rechazan la idea de incorporarse a las filas del proletariado en lucha, pues instintivamente sienten que el derrumbe del capitalismo significaría la pérdida de su status, ya que si bien los capitalistas los oprimen, al mismo tiempo les garantizan condiciones de vida superiores a las del resto de los trabajadores a lo cual no quieren  renunciar. A estas posiciones hay que sumar las de la “aristocracia obrera”, formada por los segmentos de la clase obrera (empleados administrativos de alto rango, algunos profesionistas asalariados, los altos dirigentes de las burocracias sindicales, etc.) que perciben ingresos muy elevados en comparación al resto de los obreros y a los cuales se aferran vehementemente, por lo que, para defender sus privilegios, se coloca al lado de la burguesía contra el proletariado revolucionario.

No extraña entonces que al concepto de clase social se oponga el de “Sociedad Civil”, donde cabe cualquier cosa, incluso los explotadores, y donde los intereses y motivaciones reales de cada clase se enmascaran, ocultando la necesidad de la revolución a la que sustituyen por una ineficaz y utópica “lucha por la democracia” (que, dicho sea de paso solo podrá alcanzarse cuanto el pueblo trabajador desbanque del poder a los explotadores y construya una nueva sociedad), sirviendo con esas buenas intenciones de las que está empedrado el camino del infierno a la tarea burguesa de conservar el capitalismo intacto, pues la cosmetología que estos ardientes partidarios de la sociedad civil le aplican al capitalismo, no lo debilita, sino que al embellecerlo y hacerlo mas tolerable para los explotados, lo fortalece. Asimismo, a la organización partidaria firme, oponen las llamadas ONG, que sólo magnifican la dispersión y debilidad de la clase obrera, además de poner las luchas populares bajo la dirección de quienes quieren que las cosas cambien para que todo siga igual, garantizando en esta forma el seguro triunfo de los capitalistas, sirviendo, de paso, para que “prestigiados intelectuales” medren con las luchas del pueblo al hacer de estas “luchas democráticas” un modus vivendi.

El partido de la clase obrera, en particular en México, debe reconstruirse. Es preciso hacer oídos sordos a las voces interesadas que nos tratan de persuadir de no hacerlo. Hablar de reconstruir el partido no significa, empero, reeditar las experiencias del pasado. Esta tarea de reconstrucción exige de nosotros un análisis serio, marxista, de los errores cometidos por los comunistas y sus partidos, en México y en los países del llamado Socialismo Real; para evitarlos y asumir estilos de trabajo que impidan la repetición de tales errores.

También debemos asumir que el derrumbe de la Unión Soviética y sus aliados, exige, al contrario de lo que los teóricos burgueses y pequeño burgueses afirman, profundizar en la disciplina y la elaboración teórica, para dotar al partido de una gran solidez en lo orgánico y lo ideológico.

Precisamente por eso debemos ser sumamente cuidadosos al ir formando las organizaciones del partido. En particular, debemos orientar nuestros esfuerzos en ir forjando a nuestros camaradas como auténticos cuadros de partido, combinando adecuadamente la decisión de lucha que demuestren en la práctica, con la preparación teórica que les proporcionemos nosotros como organización. Lo primero ha de ser aportado por los compañeros, lo segundo hemos de darlo nosotros por medio de la Escuela de Cuadros que para tal efecto hemos de crear.

¿CÓMO DEBE SER UNA ESCUELA DE CUADROS?

Una escuela de cuadros es una instancia partidaria, cuyo fin es preparar ideológica y políticamente a los militantes en general, y a los más destacados en particular, para enfrentar de la manera más consciente posible, los avatares de la lucha de clases.

Contrariamente a las escuelas tradicionales en las cuales se prepara a la gente para incorporarse a las distintas esferas de la vida social, la escuela de cuadros toma a los militantes mas destacados para dotarlos de las armas teóricas que hagan más productiva la actividad revolucionaria que ya realizan. Esto es así porque los conocimientos de una escuela de cuadros se orientan a formar revolucionarios eficaces y no a “convencer” a nadie para que se incorpore a la lucha. Una persona que no esté decidida a luchar para cambiar las opresivas condiciones de la sociedad, por más cursos que tome difícilmente se decidirá a luchar.

Montar una escuela de cuadros exige una considerable inversión de esfuerzos y recursos para hacerla funcionar, de ahí que no podemos darnos el lujo de desperdiciar esos recursos en convencer a quien no está convencido y de ahí, también, que el trabajo de la escuela se encamine a ampliar el horizonte teórico de quienes ya están luchando.

El trabajo de la escuela de cuadros debe ir, como todo proceso de conocimiento, de lo simple a lo complejo. Sería, pues, inadecuado pretender iniciar con los conceptos teóricos mas avanzados. En consecuencia, debemos establecer niveles: básicos, intermedios, avanzados y elaboración teórica.

En el nivel básico, como su nombre lo indica, debemos poner en contacto inicial a los camaradas con el materialismo dialéctico e histórico, aplicado a su participación concreta: gestión de vivienda, sindicalismo, lucha electoral, derechos indígenas, etc. Pongamos un par de ejemplos.

Una gran parte de nuestro trabajo tiene que ver con la gestión de vivienda. Cuando explicamos a los solicitantes el porqué de nuestra lucha por una vivienda digna, empezamos por señalar lo obvio: el pueblo padece una gran carencia de vivienda, y pasamos a dar nuestra explicación del porqué: el gobierno burgués se desentiende de dotar a los trabajadores de vivienda digna, ¿porqué?,  porque está integrado por funcionarios corruptos, o porque es un gobierno neoliberal, o porque sólo le interesa promover los negocios de los empresarios, o porque su prioridad está en el pago de la deuda externa debido a las exigencias del imperialismo, etc. Nada que ponga de relieve el porqué del problema de la vivienda en el capitalismo, nada mencionamos del ejército industrial de reserva, nada de la fuerza de trabajo excedente ni de la miseria creciente del proletariado en el proceso productivo capitalista, en fin, nada que ubique a los solicitantes de vivienda, mayoritariamente asalariados, en la perspectiva de clase en torno a este problema. Como consecuencia de esto, la gente que entra a los programas de vivienda, no reconoce que está luchando por ejercer un derecho denegado no sólo por un gobierno corrupto sino por el propio sistema capitalista, e identifica su participación en el grupo de solicitantes como una forma peculiar de comprar una vivienda, y a la organización no la ve como un destacamento de la clase obrera, sino como una inmobiliaria. En buena medida, por eso, al entregar la vivienda quienes la reciben, en su mayoría, se olvidan de la lucha que implicó adquirir la casa y no quieren volver a saber de movilizaciones (que veían solo como un engorroso requisito para obtener su vivienda) así como de la organización.

   Desde luego que los participantes en los grupos de vivienda deben conocer las leyes que el gobierno ha emitido al respecto, pero igualmente los fundamentos teóricos de nuestra lucha en ese sector. Debemos estudiar, por ejemplo, la ley de condominios, pero también podemos, y debemos, estudiar la”Ssituación de la Clase Obrera en Inglaterra”, “Acerca del Problema de la Vivienda”, de Engels o los trabajos que al respecto ha elaborado la propia organización; textos todos perfectamente comprensibles por cualquier compañero. Y no sólo eso, también es preciso estudiar las experiencias de lucha de los trabajadores por vivienda, por ejemplo, el movimiento inquilinario de Veracruz, y aunque suene ambicioso, podría intentarse escribir una historia del movimiento urbano popular (por supuesto no a este nivel), a fin de analizar debidamente las batallas, muchas de ellas heroicas, en pro de una vivienda digna y sacar conclusiones de ellas.

Otros compañeros tienen su principal participación en la lucha sindical. En ésta, la lucha de clases flota en el ambiente, por decirlo así, pues los camaradas chocan de continuo con el despotismo burgués, la colusión de los magistrados con la patronal, etc., de modo que es más fácil el adoctrinamiento de los militantes. Como se indicó en el apartado anterior, la lucha sindical representa un nivel superior de lucha, pues exige la planificación de las acciones, la movilización de las fuerzas de manera organizada y disciplinada, así como la acumulación de recursos y el análisis continuo de la situación para valorar debidamente la correlación de fuerzas, el estado de ánimo de nuestros compañeros, en fin, realizar un “análisis concreto de la situación concreta” para poder avanzar, o retroceder, con orden, conservando las fuerzas y la cohesión de nuestras filas, porque, no nos cansaremos de decirlo, una huelga es una auténtica guerra entre patrones y trabajadores, guerra que no se gana ni se pierde en una sola batalla, aunque como en toda guerra hay batallas decisivas que no pueden perderse. A esto se refirió Lenin, cuando dijo que la lucha económica debe servir de palanca para la lucha política. En semejantes condiciones se nos abren amplias oportunidades de incorporar a numerosos obreros a la lucha política, estos es, a la lucha por el poder del Estado, porque la lucha huelguística ayuda a clarificar su conciencia y estimula su decisión de lucha.

   De suyo se comprende que los compañeros involucrados en el trabajo sindical deben conocer, y bien, la Ley Federal del Trabajo, pues en este caso no puede obviarse la legalidad burguesa. Pero sería un error limitarnos al estudio de un código que expresamente señala como objetivo lograr “el equilibrio entre los factores de la producción”, equilibrio inexistente e imposible de obtener, no nos reduzcamos a eso. Pongamos de manifiesto ante todos los compañeros la esencia de la explotación capitalista, la cual, como sabemos, se da precisamente en el proceso productivo. Desvelémosles la existencia de la plusvalía, su significado y la forma de obtenerla empleada por la burguesía, pues sólo así podrán cobrar conciencia de su situación de explotados (aunque lo perciban inconscientemente) y concebir la huelga y las mejoras económicas con ella obtenidas, no cual un fin en sí mismos, sino más bien considerarlas jornadas de resistencia,  medios para acumular fuerzas, ganar experiencia y orientarse al objetivo fundamental: la toma del poder y la construcción de una nueva sociedad, tal y como señalamos en el párrafo anterior, en pocas palabras, ayudemos al mayor número posible de compañeros a tomar conciencia de clase, pues de no hacerlo, nuestros compañeros deambularán en un gremialismo conservador y aun habrá sectores de la clase que sólo se moverán en función de sus intereses inmediatos e individuales y aun en función de conservar condiciones de privilegio que, aunque legítimamente adquiridos en la lucha sindical, al no corresponder con los del conjunto de los trabajadores, les lleva a divorciarse de ellos e, incluso, en muchos casos a oponerse a los intereses populares.

Así concebida la educación política de los cuadros revolucionarios, podemos establecer algunas características de lo que debe ser una escuela de cuadros.

1.- Se debe establecer claramente la diferencia de la agitación y la propaganda con la educación política de los cuadros revolucionarios.

Vale la pena recordar como concebía Lenin la agitación y la propaganda. Para él había una diferencia esencial entre ambas. En tanto que la agitación busca provocar la indignación del pueblo y moverlo a la acción, la propaganda busca provocar la reflexión en un número relativamente reducido de personas. Lenin señalaba que el agitador se dirige a un gran número de personas usando un número reducido de ideas, en tanto que el propagandista maneja un gran número de ideas ante un número pequeño de gentes.

En el primer caso, se requiere de militantes capaces de identificarse con las masas al punto de poder tocar sus fibras más íntimas, utilizando para ello ejemplos concretos de la barbarie capitalista, por ejemplo, todo el sufrimiento causado al pueblo por el rescate bancario, ó las condiciones de permanente marginación a que se han visto sometidos los pueblos indios a lo largo de la historia. Estos ejemplos en manos de un agitador hábil, pueden producir la indignación y generar movimientos de enfrentamiento con la política económica del Estado o de solidaridad con los pueblos indios como, en efecto sucedió en 1994, donde la agitación seguida a la insurrección zapatista provocó grandes movilizaciones populares. La agitación puede darse por medio de volantes, carteles, etc. o de viva voz, como decíamos, a la masa en general. Por su parte, la propaganda se dirige a poner de manifiesto los mecanismos de funcionamiento del sistema, de manera detallada y analítica, de ahí que requiera de intelectuales debidamente capacitados pues esta actividad se desarrolla ante un público más culto y avanzado, valiéndose de libros, revistas, conferencias, mesas redondas, cursos especializados, etc.

Tomando los mismos ejemplos del rescate bancario y la marginación de los pueblos indios, el propagandista hará una exposición más o menos sistemática de cómo funciona el sistema bancario, su entrega a la iniciativa privada, las políticas irresponsables de los nuevos dueños, los préstamos fraudulentos de los banqueros a sí mismos, los vínculos y relaciones con los círculos del poder que les facilitaron informaciones privilegiadas y les protegieron las espaldas para que pudieran cometer ese gigantesco fraude, etc. Por lo que respecta a los pueblos indios, informará a su auditorio sobre lo que significó la caída de México-Tenochtitlan y las condiciones de explotación inhumana a que los españoles sometieron a los indios; hará una reseña histórica de las luchas de resistencia de los pueblos indígenas en defensa de sus tierras y su cultura. Se resaltará el hecho de que todos los regímenes, desde la Colonia hasta la Revolución, se han desentendido de la problemática indígena y por el contrario han auspiciado, quienes más, quienes menos, el racismo contra los indios como forma ideológica que enmascara la explotación a que se les somete.

Como podemos comprender, y la propia experiencia nos lo ha mostrado, la propaganda no puede desarrollarse ante grandes masas y, por el contrario, la agitación es notoriamente insuficiente como vehículo de propagandización, de ahí la necesidad de contar con cuadros capaces de llevar a cabo unas u otras.

Tanto a la agitación como a la propaganda, la Escuela de Cuadros puede aportar mucho; puede coadyuvar a la formación de agitadores y propagandistas (lo mismo que organizadores), pero no puede ser ella la que elabore la propaganda: esta es la diferencia fundamental, la escuela forma los cuadros, provenientes del movimiento y éstos desarrollan las tareas. Los trabajos de la Escuela de Cuadros, entonces, están orientados a la formación de los cuadros de la organización, no a cualquiera que gire alrededor de la misma, salvo en casos excepcionales de personas que hayan mostrado cualidades y disposición de lucha por encima de los miembros comunes de los organismos de masas que dirija la organización.

2.- Debe establecerse como requisito de ingreso, pasar por el curso básico de la escuela de cuadros.

 Un error que hemos cometido ha sido el de incorporar a compañeros sin ningún tipo de preparación política; basados en su disposición a participar. No sólo eso, no nos hemos preocupado por capacitarlos posteriormente y sus conocimientos teóricos son productos de lecturas sueltas y desordenas, con lo que su nivel teórico es muy deficiente, más empírico que sistemático por lo que deben enfrentar serias dificultades para resolver problemas que se les presentan sobre la marcha, además de costarles trabajo el ubicar posiciones política distintas a las de la organización. A la larga esta ausencia de capacitación termina por inhibir la participación de los camaradas.

Por otro lado, tenemos que no es muy grande la predisposición al estudio entre los camaradas. No se comprende la importancia de la preparación teórica, ni se percibe que como cuadros revolucionarios no podemos vegetar en la mediocridad intelectual. Es preciso que establezcamos el requisito del estudio de la teoría revolucionaria para el ingreso a la organización, pues además de sentar las bases de la formación política de los compañeros, será un indicativo claro de la decisión de avanzar en el dominio de la teoría revolucionaria, dominio que, sin duda, redundará en la actuación política de todos y cada uno de nosotros y sólo así es que podremos estar debidamente representados en todos los foros que se presenten al seno del movimiento popular.

Recordemos que: “el Partido de la clase obrera no puede cumplir su misión de dirigente de su clase, no puede cumplir su misión de organizador y dirigente de la revolución proletaria, si no posee la teoría de vanguardia del movimiento obrero, si no posee la teoría marxista-leninista. (Stalin)”

3.- Vincular el estudio con la actividad práctica.

Lo primero que debemos definir es lo que entendemos por práctica o a que nos referimos cuando hablamos de práctica. Desde luego que no hablamos del practicismo seguidista y desorganizador de los espontaneístas, que en lugar de marchar a la cabeza de las masas como su dirección política, pretenden que vayamos a la cola de los elementos más atrasados de las mismas.

La práctica, como la conciben estas personas, está orientada a atender “las más sentidas demandas de las masas”, lo cual se reduce a la gestión de soluciones a los problemas inmediatos, no como un medio para incorporarlas a la lucha política, sino como un fin en sí misma. Así, la gestión de vivienda, pongamos por caso, termina con la entrega de la misma, sin cuestionar para nada al sistema, sin crear conciencia entre los demandantes de que la penuria de la vivienda es tan sólo una parte del empeoramiento continuo a que se ve sometida la clase obrera y en general todo el pueblo trabajador. Igual sucede con la lucha sindical, desvinculada del objetivo final que es la toma de poder por el proletariado para construir una sociedad nueva, sólo conduce, cuando más, a un gremialismo más o menos beligerante, pero no a ser parte de la lucha revolucionaria del proletariado. Desde luego que este tipo de lucha es totalmente aceptable para la burguesía, después de todo encuadra perfectamente en los marcos de su legalidad y, consecuentemente, en la conservación del sistema ¿qué otra cosa piden los capitalistas?

Estas concepciones niegan la necesidad de la lucha política. Reduciendo la política al parlamentarismo burgués, con argumentos de índole moral acerca de lo nocivo que es para las masas su participación política, evitan plantearse un enfrentamiento real con el Estado, combatiendo incluso a las organizaciones de izquierda que utilizan estas formas de lucha, poniéndose así, consciente o inconscientemente del lado del enemigo de clase. En realidad, los dirigentes de estas corrientes han creado auténticos feudos en sus organizaciones, haciendo de la gestión su modo de vida pues resultan muy lucrativas para ellos esa función y esa práctica.

Un comentario aparte merece la posición del EZLN, que propone la formación de un amplio frente de izquierda por el socialismo. Hubieron de pasar once años para que los zapatistas rectificaran las posiciones manifestadas en 1994, cuando afirmaban que no eran socialistas ni comunistas. Sin embargo, aun mantienen su postura de “no luchar por el poder”.

Es desde luego un contrasentido plantearse la lucha por el socialismo sin plantear la toma del poder. El socialismo requiere por fuerza la expropiación de los medios de producción para convertirlos de propiedad privada a propiedad social, es decir, la eliminación de la burguesía como clase. No se requieren estudios muy sesudos para comprender que jamás los capitalistas aceptarán semejante perspectiva. Y no sólo no lo aceptarán, lucharán a muerte por impedirlo, recurriendo a todos los medios a su alcance y, en México, sabemos lo que eso significa.

Por lo mismo, romper la resistencia de los actuales dueños de los medios de producción sólo será posible si derrotamos sus órganos de fuerza, núcleo central de su estado. Pero aun y cuando se les derrote, los burgueses seguirán resistiendo, contando además con la activa participación de los EE UU que no aceptarán de ningún modo la instauración de un sistema socialista justo a las puertas de su casa, por lo cual, sin duda, intervendrá militarmente en nuestro país, para ahogar a la revolución triunfante y de paso, si pueden, arrancarnos otra porción de territorio e incluso absorbernos íntegramente. Pero no  solamente se tiene que enfrentar la resistencia de la burguesía y la amenaza de intervención del imperio en México; la organización de un nuevo modo de producción requiere una estricta disciplina, por lo menos al principio, que no podrá ejercerse sino a condición de existir un aparato de poder que la imponga, pues durante un tiempo subsistirán las costumbres burguesas de trabajo, lo mismo que las prácticas corruptas en la administración del Estado.

Semejante escenario exige del proletariado una enorme tensión de fuerzas y muy particularmente, la instauración de un poder altamente centralizado y fuerte, capaz de enfrentar las acechanzas y amenazas planteadas a una revolución socialista triunfante.

Es claro, entonces, que la postura zapatista de no luchar por el poder es por lo menos confusa. La propia práctica del EZLN demuestra que lejos de renunciar al poder lo han ejercido con firmeza en los territorios que controla en los que ha formado municipios autónomos (los Aguascalientes primero y después los Caracoles) donde no dudamos se han instrumentado prácticas democráticas que debemos estudiar detenidamente; entonces ¿qué sentido tiene decir que no debemos luchar por el poder?, ¿se quiere dar a entender que la dirigencia revolucionaria no debe servirse del poder ó que no debe ejercer el poder en forma ilimitada y sin control?, o bien ¿se trata de plantear una nueva forma de ejercicio del poder, poniéndolo efectivamente en manos del pueblo?, nada de eso ha sido aclarado por los dirigentes del zapatismo, lo cual sólo ha generado confusión, convirtiéndose en un obstáculo para que la izquierda se aglutine en torno de los zapatistas, incluso, hay quien piensa que tal postura es tan solo una maniobra zapatista para evitar que le disputen la hegemonía del movimiento revolucionario en México.

Conforme a lo anterior, podemos exponer ahora a que nos referimos cuando decimos que la educación que se imparta en la Escuela de Cuadros, debe estar vinculada a la práctica.

Para nosotros, la práctica es, precisamente, la práctica revolucionaria, constituida por las tareas que permitan agrupar, organizar, movilizar y dirigir a las grandes masas del pueblo para luchar contra la burguesía, resistir para acumular fuerzas y poder pasar a la ofensiva y derrotar a los explotadores. Siguiendo a Lenin, nuestra aspiración no es convertirnos en secretarios de tradeunión (sindicato), sino en tribunos populares, no en los gestores de los asuntos cotidianos, importantes sí, pero insuficientes si están ligados al objetivo fundamental de tomar el poder, sino en los dirigentes de la lucha por la destrucción del capitalismo y la construcción de la sociedad socialista; y la orientación de los militantes para seguir semejante práctica es la tarea esencial de la Escuela de Cuadros, es, a fin de cuentas, un pilar de la actuación de la organización pues sin los cuadros revolucionarios capaces teórica y prácticamente la Revolución es imposible,  pues “La fuerza de la teoría marxista-leninista consiste en que da al Partido la posibilidad de orientarse dentro de la situación, de comprender el nexo interno que une los acontecimientos que le rodean, de prever la marcha de los acontecimientos y discernir, no sólo cómo y hacia dónde se desarrollan los acontecimientos en el presente, sino también cómo y hacia dónde habrán de desarrollarse en el porvenir…Sólo un partido que posee la teoría marxista-leninista puede avanzar con paso firme y conducir hacia adelante a la clase obrera (Stalin)”.

4.- La Educación impartida en la Escuela de Cuadros debe basarse en el reconocimiento de la realidad.

Esto puede parecer muy obvio pero no lo es. Generalmente los círculos de estudio, en el mejor de los casos, se limitan a proporcionar algunos conocimientos generales de filosofía y economía, si van bien las cosas, se proporcionan algunos elementos de ciencia política. Cuando no, se les reduce al estudio de algunos aspectos muy concretos de la problemática inmediata que abordan las organizaciones: Ley de Condóminos, Ley Federal del Trabajo, etc. Poco, muy poco acerca de los mecanismos de funcionamiento del sistema, para ya no hablar de temas más profundos, como pudieran ser, pongamos por caso, la teoría marxista de la enajenación, etc.

Las situaciones políticas nacional e internacional, poco se tocan como no sea para que sirvan de temas de charla entre amigos. Tan es así que a 15 años del derrumbe de la URSS, no hay ningún trabajo importante, al menos en México, sobre el tema. Los estudios sobre el neoliberalismo provienen de intelectuales no marxistas, por lo cual, no ligan sus conclusiones con una salida revolucionaria al respecto, así, el neoliberalismo es malo porque ha arruinado a amplios sectores de la burguesía nacional, no porque conlleve a una superexplotación de los trabajadores del campo y la ciudad. Si se critica la entrega que los neoliberales mexicanos han hecho al imperialismo de importantes recursos nacionales, es porque se le considera como parte de la política de aniquilamiento de los sectores pequeños y medianos de los capitalistas más que por la pérdida de soberanía que ello representa. Así podríamos enumerar una larga lista de temas en los que la elaboración marxista ha estado ausente. Nuestro estudio tampoco ha de regirse por la consigna lanzada por algunos intelectuales de “volvamos a los clásicos”. El estudio de la obra de Marx, Engels, Lenin y otros, es una obligación constante, pero no puede ser el centro de nuestra actividad teórica. Stalin tenía razón cuando afirmaba que “Poseer la teoría marxista-leninista no significa, ni mucho menos, aprenderse todas sus fórmulas y conclusiones y aferrarse a la letra de ellas. Para poseer la teoría marxista-leninista hace falta, ante todo, aprender a distinguir entre su letra y su esencia”, y, después de todo, “el alma viva de la Dialéctica es el análisis concreto de la realidad concreta”.

El estudio, visto en esta perspectiva, debe permitirnos reconocer la verdadera realidad, no lo que los teóricos burgueses nos presentan como tal, reconocer también los cambios que se producen en la misma y como enfrentarlos, es decir, aprender a descubrir las leyes del movimiento, sobre todo social, para estar en condiciones de usarlas adecuadamente en la lucha revolucionaria de la clase obrera. Por eso, es que en el nivel más elevado de una escuela de cuadros ponemos la elaboración teórica, donde se reconozca la realidad y su movimiento y se propongan acciones estratégicas y tácticas para enfrentar tal realidad.





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