La sociedad
mexicana, como todas las sociedades basadas en la propiedad privada de los
medios de producción, está dividida en clases antagónicas e irreconciliables:
de un lado quienes son dueños de los medios de producción y de otro lado
quienes carecen de ellos y solo poseen su fuerza de trabajo para sobrevivir.
Los primeros forman la clase de los burgueses, o burguesía, y los segundos la
de los proletarios o proletariado.
El capitalismo
tiene como característica principal que la producción es una producción
mercantil; es decir, no se produce en función de las necesidades de la
sociedad, sino que se producen mercancías, la cuales están destinadas al
cambio, de ahí que la operación fundamental sea
el intercambio de mercancías, mismo que se da entre poseedores de
mercancías y representa la manera de obtener los medios de subsistencia y de
ahí, también, que, como señalara Marx, la mercancía sea la célula fundamental
de la sociedad capitalista.
El
proletariado, llamado también clase obrera, al no tener los medios necesarios
para producir todo aquello requerido para su subsistencia, se ve obligado a
vender a los burgueses, a quienes igualmente se llama capitalistas, la única
mercancía con que cuenta: su fuerza de trabajo, la cual cambia por un salario,
fuerza de trabajo que es consumida por el burgués en el proceso productivo.
Así, el proletariado se vende diariamente, pues la fuerza de trabajo, que es la
capacidad física, nerviosa e intelectual del obrero para producir, no puede ser
separada de su cuerpo. De tal modo, los obreros se convierten en esclavos de
los capitalistas durante un tiempo cada día en forma “voluntaria”, a diferencia
de los esclavos antiguos que eran reducidos a la esclavitud por la fuerza y
para toda su vida. Pero a diferencia también de los antiguos esclavos que
tenían garantizada su subsistencia, ya que al ser propiedad de un esclavista
particular era interés de éste que el esclavo no muriera de hambre y estuviera
en condiciones de trabajar, el esclavo moderno, el proletario, no tiene
garantizada su subsistencia si no encuentra un capitalista con el cual
contratarse y venderse, pues, a fin de cuentas, el proletariado no es propiedad
individual de un capitalista particular, es propiedad colectiva de toda la
clase burguesa.
La fuerza de
trabajo que la clase obrera emplea en la producción, crea mas valores de los
necesarios para producir la propia fuerza de trabajo, sin embargo, ese sobrante
se lo apropian gratuitamente los capitalistas. Ese excedente de valor, creado
por los proletarios y del cual se adueñan los capitalistas sin pagar
absolutamente nada, se llama PLUSVALIA y
es la fuente de la riqueza de los empresarios. La extracción de plusvalía
constituye la forma específica de explotación del proletariado por la burguesía
y es el objetivo fundamental del modo de producción capitalista, siendo, en
consecuencia, la máxima ganancia el motor que lo hace funcionar.
Como es lógico
suponer, la burguesía buscará a toda costa aumentar la plusvalía extraída a los
obreros, ya sea llevando la jornada de trabajo al límite de las fuerzas de los
trabajadores, ya elevando los ritmos de trabajo, bien incrementando la
productividad de las máquinas y las herramientas o utilizando de manera
creciente el trabajo infantil y femenil, pagado siempre a un precio inferior.
Sea cual fuere el método empleado por los capitalistas para acrecentar sus
ganancias, tal crecimiento será siempre e inevitablemente a costa de los
trabajadores, trayendo para ellos consecuencias desastrosas: aumento de la
miseria, crecimiento de enfermedades directamente vinculadas con las
condiciones materiales de vida como la tuberculosis, la desnutrición, etc.,
incremento en el consumo de alcohol, drogas así como una mayor prostitución,
delincuencia y un creciente deterioro de los servicios de seguridad social,
educación, etc.
Al inicio de
su existencia, la burguesía jugó un papel revolucionario al encabezar la
destrucción del régimen feudal que además de oprimir al pueblo (del que
entonces formaba parte la propia burguesía), impedía el avance del desarrollo
económico, político y cultural de la sociedad toda. En México en concreto, fue
la naciente burguesía la que dirigió la lucha por la emancipación del país
respecto a España y, después, derrotó a los conservadores que eran partidarios
de preservar el antiguo régimen de opresión que prevaleció durante la colonia.
Poco a poco, la burguesía fue concentrando en sus manos el poder económico y el
político, pasando de ser una fuerza revolucionaria a ser una fuerza contrarrevolucionaria
interesada sólo en mantener intactos sus intereses explotando inmisericorde y
sangrientamente a todo el pueblo trabajador.
Por su parte,
la clase obrera se ha opuesto a esa política criminal de la burguesía. En un
principio luchó por conseguir mejoras económicas de manera espontánea, sin plan
ni organización. El proletariado se componía en ese entonces de artesanos
arruinados y de campesinos empujados a las ciudades por el avance industrial.
En los comienzos de la lucha obrera, en algunos países se destruían las
máquinas, a las que atribuían su ruina, esto porque ignoraban que la causa de
la ruina del pueblo trabajador no radicaba en el creciente maquinismo, sino en
la utilización del mismo para explotar a los obreros y sacar del mercado a la
gran masa de productores de la ciudad y del campo. Conforme se desarrolló el
capitalismo, el proletariado fue comprendiendo la importancia de la
organización para su defensa y por ello empezó a organizar cajas de ahorro,
mutualidades, cooperativas, sindicatos, etc., con los que buscaba disminuir la
explotación burguesa e intenta mejorar sus condiciones materiales de
existencia.
A cada acción
del proletariado, la burguesía respondió con leyes opresivas, justificadoras de
la explotación sobre el pueblo, y si las cosas rebasaban los límites permitidos
por dichas leyes, echaba mano de las fuerzas armadas para poner orden en sus
negocios. Además la iglesia, antaño fiel apoyo de los feudales, una vez
derrotados estos, se alineo del lado burgués, condenando la lucha obrera a la
cual calificó de pecado, sirviendo además de activa colaboradora y denunciante
de la policía burguesa. No sólo la
iglesia se puso al servicio de los capitalistas. Igual sucedió con los
intelectuales que le sirven creando teorías pseudo científicas con las cuales
buscan convencer a la sociedad en su conjunto que el burgués es el mejor de los
mundos posibles. Así, escuelas, universidades, periódicos, revistas,
actividades artísticas y, en nuestros días, radio, televisión, internet, etc.,
se dedican a la glorificación del capitalismo.
Pero la clase
obrera no ha permanecido estática. Todo lo contrario. El aumento de la pobreza
aunado a la cruel represión en su contra, hizo que paulatinamente el
proletariado fuera perfeccionando su organización y aclarando sus ideas. De las mutualistas y cajas de resistencia,
con sus acciones mas bien asistenciales, pasó a la creación de sindicatos y las
acciones se tornaron de resistencia, haciendo su aparición la principal arma de
los sindicatos: la huelga, que como señalara Lenin, es una auténtica guerra
entre la burguesía y el proletariado, representando un enorme avance
cualitativo ya que en sí la huelga exige que se planifiquen los movimientos, se
movilicen disciplinadamente las fuerzas, se escoja en forma adecuada el momento
de lanzarse a la lucha, etc., es decir, requiere de un alto grado de
organización y conciencia.
El crecimiento
de la lucha obrera, de su conciencia, de su grado de organización, provocó que diversos intelectuales,
originalmente procedentes de la propia burguesía (cual es el caso de Marx y
Engels) renunciaran a su origen de clase y adoptasen los intereses del
proletariado como propios, creando la ideología del proletariado, que no es
otra que las teorías socialistas conocidas.
Inicialmente,
la intelectualidad socialista elaboró un conjunto de teorías cuya principal
debilidad radicaba en su desvinculación de la realidad social de la época.
Carentes del debido conocimiento científico de la sociedad en la cual vivían,
sus trabajos eran mas que nada descripciones fantasiosas de sociedades
consideradas por ellos como perfectas pero totalmente inaplicables, terminando
por apelar a la buena voluntad de los burgueses para poner fin al sufrimiento
de los obreros; de ahí que se les conoce como “Socialistas Utópicos”. No
obstante sus limitaciones, sus ideas contenían conclusiones geniales, esbozando
críticas devastadoras contra el capitalismo en general y en particular a varios
de sus aspectos especialmente odiosos.
Incluso algunos de ellos, Robert Owen en particular, son considerados
con razón como predecesores de la moderna seguridad social.
La cúspide de
las teorías socialistas la representan las elaboradas por Carlos Marx y
Federico Engels, quienes resumiendo los conocimientos mas avanzados de su época
dan a luz las teorías del “Socialismo Científico”, que por primera vez permite
a la clase obrera contar con una teoría propia, la cual le hace ver que como
clase tiene intereses propios, opuestos y contradictorios a los de la
burguesía, además de tener una misión histórica por cumplir: destruir el
capitalismo y formar una nueva sociedad donde no exista la explotación del
hombre por el hombre, única forma de liberarse pues, a diferencia de todas las
clases antes existentes, el proletariado sólo podrá liberarse liberando a la
sociedad entera; esa es la única forma de dar paso a un régimen político
realmente democrático, igualitario y libre, en fin, sólo esta teoría permite a
la clase obrera pasar de ser “una clase en sí” a ser “una clase para sí”.
Al tomar
conciencia de cual es su real interés de clase, el proletariado arriba a
niveles superiores de conciencia y lucha. Su objetivo no es ya solamente la
mejora inmediata y temporal de su situación económica, pues comprende con
claridad que en tanto siga existiendo el capitalismo, tal mejora será efímera
porque los capitalistas siempre encontrarán la forma de acabar con ellas, toda
vez que la mejoría de la clase obrera sólo puede darse a costa de las ganancias
de los capitalistas y éstos no están dispuestos a aceptarlo, antes bien, como
hemos dicho, buscan de continuo métodos para aumentar sus ganancias y, con
ellas, la explotación de los obreros.
Esta lucha ha
tenido para los obreros momentos de victoria y de derrota. Sin embargo dos han
sido los momentos cumbre para los proletarios en lucha: la creación de la
“Comuna de París” en 1871 y la Gran Revolución de Octubre de 1917 en Rusia.
Analizar a fondo las causas de las derrotas de estos grandiosos movimientos es
parte de los estudios de una escuela de cuadros, sobre todo la revolución rusa
que siendo una revolución triunfante que condujo a la fundación de la “Unión
Soviética”, se aplicó una especie de suicidio para llegar a la situación
lamentable en la que está hoy.
En este largo
proceso de producción teórica del proletariado, tiene un sitio especial la
teoría acerca de la construcción del partido político de la clase obrera,
debida a Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, insigne continuador de la labor
revolucionaria de Carlos Marx y Federico Engels. Contrario a lo que
chabacanamente suponen muchos militantes e intelectuales clasemedieros, el
partido de la clase obrera no es un instrumento puramente electoral. Desde
luego, donde las condiciones lo permitan, el partido proletario debe utilizar la lucha parlamentaria
(electoral) en su disputa por el poder con la burguesía; sin embargo, en la
concepción leninista el partido no se ata las manos para utilizar cualquier
método de lucha siempre y cuando se
corresponda con el momento político que se vive; por tanto, el partido
viene a ser el dirigente colectivo, el estado mayor revolucionario, “la
conciencia organizada” de la clase obrera.
Precisamente,
la teoría leninista del partido, es la parte del socialismo científico mas
atacada en nuestros días. Tanto los ideólogos burgueses, como la
intelectualidad pequeño burguesa, hacen correr verdaderos ríos de tinta
buscando convencernos de que no sólo no es necesario, sino incluso es
pernicioso que la clase obrera se organice en partido político. Los primeros
porque les queda bien claro que “el pueblo organizado lo es todo y
desorganizado es nada”, de tal manera que evitar la organización obrera sea un
objetivo estratégico burgués, no dudando en invertir grandes recursos humanos y
económicos para impedir tal organización.
Los segundos porque si bien rechazan la sociedad burguesa, mas aun rechazan la
idea de incorporarse a las filas del proletariado en lucha, pues
instintivamente sienten que el derrumbe del capitalismo significaría la pérdida
de su status, ya que si bien los capitalistas los oprimen, al mismo tiempo les
garantizan condiciones de vida superiores a las del resto de los trabajadores a
lo cual no quieren renunciar. A estas
posiciones hay que sumar las de la “aristocracia obrera”, formada por los
segmentos de la clase obrera (empleados administrativos de alto rango, algunos
profesionistas asalariados, los altos dirigentes de las burocracias sindicales,
etc.) que perciben ingresos muy elevados en comparación al resto de los obreros
y a los cuales se aferran vehementemente, por lo que, para defender sus
privilegios, se coloca al lado de la burguesía contra el proletariado
revolucionario.
No extraña
entonces que al concepto de clase social se oponga el de “Sociedad Civil”,
donde cabe cualquier cosa, incluso los explotadores, y donde los intereses y
motivaciones reales de cada clase se enmascaran, ocultando la necesidad de la
revolución a la que sustituyen por una ineficaz y utópica “lucha por la
democracia” (que, dicho sea de paso solo podrá alcanzarse cuanto el pueblo
trabajador desbanque del poder a los explotadores y construya una nueva
sociedad), sirviendo con esas buenas intenciones de las que está empedrado el
camino del infierno a la tarea burguesa de conservar el capitalismo intacto,
pues la cosmetología que estos ardientes partidarios de la sociedad civil le
aplican al capitalismo, no lo debilita, sino que al embellecerlo y hacerlo mas
tolerable para los explotados, lo fortalece. Asimismo, a la organización
partidaria firme, oponen las llamadas ONG, que sólo magnifican la dispersión y
debilidad de la clase obrera, además de poner las luchas populares bajo la
dirección de quienes quieren que las cosas cambien para que todo siga igual,
garantizando en esta forma el seguro triunfo de los capitalistas, sirviendo, de
paso, para que “prestigiados intelectuales” medren con las luchas del pueblo al
hacer de estas “luchas democráticas” un modus
vivendi.
El partido de
la clase obrera, en particular en México, debe reconstruirse. Es preciso hacer
oídos sordos a las voces interesadas que nos tratan de persuadir de no hacerlo.
Hablar de reconstruir el partido no significa, empero, reeditar las
experiencias del pasado. Esta tarea de reconstrucción exige de nosotros un
análisis serio, marxista, de los
errores cometidos por los comunistas y sus partidos, en México y en los países
del llamado Socialismo Real; para evitarlos y asumir estilos de trabajo que
impidan la repetición de tales errores.
También
debemos asumir que el derrumbe de la Unión Soviética y sus aliados, exige, al
contrario de lo que los teóricos burgueses y pequeño burgueses afirman,
profundizar en la disciplina y la elaboración teórica, para dotar al partido de
una gran solidez en lo orgánico y lo ideológico.
Precisamente
por eso debemos ser sumamente cuidadosos al ir formando las organizaciones del
partido. En particular, debemos orientar nuestros esfuerzos en ir forjando a
nuestros camaradas como auténticos cuadros de partido, combinando adecuadamente
la decisión de lucha que demuestren en la práctica, con la preparación teórica
que les proporcionemos nosotros como organización. Lo primero ha de ser
aportado por los compañeros, lo segundo hemos de darlo nosotros por medio de la
Escuela de Cuadros que para tal
efecto hemos de crear.
¿CÓMO DEBE SER
UNA ESCUELA DE CUADROS?
Una escuela de cuadros es una instancia partidaria, cuyo fin es
preparar ideológica y políticamente a los militantes en general, y a los más
destacados en particular, para enfrentar de la manera más consciente posible,
los avatares de la lucha de clases.
Contrariamente a las escuelas tradicionales en las cuales se prepara a
la gente para incorporarse a las distintas esferas de la vida social, la
escuela de cuadros toma a los militantes mas destacados para dotarlos de las
armas teóricas que hagan más productiva la actividad revolucionaria que ya realizan.
Esto es así porque los conocimientos de una escuela de cuadros se orientan a
formar revolucionarios eficaces y no a “convencer” a nadie para que se
incorpore a la lucha. Una persona que no esté decidida a luchar para cambiar
las opresivas condiciones de la sociedad, por más cursos que tome difícilmente
se decidirá a luchar.
Montar una escuela de cuadros exige una considerable inversión de
esfuerzos y recursos para hacerla funcionar, de ahí que no podemos darnos el
lujo de desperdiciar esos recursos en convencer a quien no está convencido y de
ahí, también, que el trabajo de la escuela se encamine a ampliar el horizonte
teórico de quienes ya están luchando.
El trabajo de la escuela de cuadros debe ir, como todo proceso de
conocimiento, de lo simple a lo complejo. Sería, pues, inadecuado pretender
iniciar con los conceptos teóricos mas avanzados. En consecuencia, debemos
establecer niveles: básicos, intermedios, avanzados y elaboración teórica.
En el nivel básico, como su nombre lo indica, debemos poner en
contacto inicial a los camaradas con el materialismo dialéctico e histórico,
aplicado a su participación concreta: gestión de vivienda, sindicalismo, lucha
electoral, derechos indígenas, etc. Pongamos un par de ejemplos.
Una gran parte de nuestro trabajo tiene que ver con la gestión de
vivienda. Cuando explicamos a los solicitantes el porqué de nuestra lucha por
una vivienda digna, empezamos por señalar lo obvio: el pueblo padece una gran
carencia de vivienda, y pasamos a dar nuestra explicación del porqué: el
gobierno burgués se desentiende de dotar a los trabajadores de vivienda digna,
¿porqué?, porque está integrado por
funcionarios corruptos, o porque es un gobierno neoliberal, o porque sólo le
interesa promover los negocios de los empresarios, o porque su prioridad está
en el pago de la deuda externa debido a las exigencias del imperialismo, etc.
Nada que ponga de relieve el porqué del problema de la vivienda en el
capitalismo, nada mencionamos del ejército industrial de reserva, nada de la
fuerza de trabajo excedente ni de la miseria creciente del proletariado en el
proceso productivo capitalista, en fin, nada que ubique a los solicitantes de
vivienda, mayoritariamente asalariados, en la perspectiva de clase en torno a
este problema. Como consecuencia de esto, la gente que entra a los programas de
vivienda, no reconoce que está luchando por ejercer un derecho denegado no sólo
por un gobierno corrupto sino por el propio sistema capitalista, e identifica
su participación en el grupo de solicitantes como una forma peculiar de comprar una vivienda, y a la
organización no la ve como un destacamento de la clase obrera, sino como una
inmobiliaria. En buena medida, por eso, al entregar la vivienda quienes la
reciben, en su mayoría, se olvidan de la lucha que implicó adquirir la casa y
no quieren volver a saber de movilizaciones (que veían solo como un engorroso
requisito para obtener su vivienda) así como de la organización.
Desde luego que los participantes
en los grupos de vivienda deben conocer las leyes que el gobierno ha emitido al
respecto, pero igualmente los fundamentos teóricos de nuestra lucha en ese
sector. Debemos estudiar, por ejemplo, la ley de condominios, pero también
podemos, y debemos, estudiar la”Ssituación de la Clase Obrera en Inglaterra”, “Acerca
del Problema de la Vivienda”, de Engels o los trabajos que al respecto ha
elaborado la propia organización; textos todos perfectamente comprensibles por
cualquier compañero. Y no sólo eso, también es preciso estudiar las
experiencias de lucha de los trabajadores por vivienda, por ejemplo, el
movimiento inquilinario de Veracruz, y aunque suene ambicioso, podría
intentarse escribir una historia del movimiento urbano popular (por supuesto no
a este nivel), a fin de analizar debidamente las batallas, muchas de ellas
heroicas, en pro de una vivienda digna y sacar conclusiones de ellas.
Otros compañeros tienen su principal participación en la lucha
sindical. En ésta, la lucha de clases flota en el ambiente, por decirlo así,
pues los camaradas chocan de continuo con el despotismo burgués, la colusión de
los magistrados con la patronal, etc., de modo que es más fácil el
adoctrinamiento de los militantes. Como se indicó en el apartado anterior, la
lucha sindical representa un nivel superior de lucha, pues exige la
planificación de las acciones, la movilización de las fuerzas de manera
organizada y disciplinada, así como la acumulación de recursos y el análisis
continuo de la situación para valorar debidamente la correlación de fuerzas, el
estado de ánimo de nuestros compañeros, en fin, realizar un “análisis concreto
de la situación concreta” para poder avanzar, o retroceder, con orden,
conservando las fuerzas y la cohesión de nuestras filas, porque, no nos
cansaremos de decirlo, una huelga es una auténtica guerra entre patrones y
trabajadores, guerra que no se gana ni se pierde en una sola batalla, aunque
como en toda guerra hay batallas decisivas que no pueden perderse. A esto se
refirió Lenin, cuando dijo que la lucha económica debe servir de palanca para
la lucha política. En semejantes condiciones se nos abren amplias oportunidades
de incorporar a numerosos obreros a la lucha política, estos es, a la lucha por
el poder del Estado, porque la lucha huelguística ayuda a clarificar su
conciencia y estimula su decisión de lucha.
De suyo se comprende que los
compañeros involucrados en el trabajo sindical deben conocer, y bien, la Ley
Federal del Trabajo, pues en este caso no puede obviarse la legalidad burguesa.
Pero sería un error limitarnos al estudio de un código que expresamente señala
como objetivo lograr “el equilibrio entre los factores de la producción”,
equilibrio inexistente e imposible de obtener, no nos reduzcamos a eso. Pongamos
de manifiesto ante todos los compañeros la esencia de la explotación
capitalista, la cual, como sabemos, se da precisamente en el proceso
productivo. Desvelémosles la existencia de la plusvalía, su significado y la
forma de obtenerla empleada por la burguesía, pues sólo así podrán cobrar
conciencia de su situación de explotados (aunque lo perciban inconscientemente)
y concebir la huelga y las mejoras económicas con ella obtenidas, no cual un
fin en sí mismos, sino más bien considerarlas jornadas de resistencia, medios para acumular fuerzas, ganar
experiencia y orientarse al objetivo fundamental: la toma del poder y la construcción
de una nueva sociedad, tal y como señalamos en el párrafo anterior, en pocas
palabras, ayudemos al mayor número posible de compañeros a tomar conciencia de
clase, pues de no hacerlo, nuestros compañeros deambularán en un gremialismo
conservador y aun habrá sectores de la clase que sólo se moverán en función de
sus intereses inmediatos e individuales y aun en función de conservar condiciones
de privilegio que, aunque legítimamente adquiridos en la lucha sindical, al no
corresponder con los del conjunto de los trabajadores, les lleva a divorciarse
de ellos e, incluso, en muchos casos a oponerse a los intereses populares.
Así concebida la educación política de los cuadros revolucionarios, podemos
establecer algunas características de lo que debe ser una escuela de cuadros.
1.- Se debe establecer claramente la diferencia de la agitación y la
propaganda con la educación política de los cuadros revolucionarios.
Vale la pena recordar como concebía Lenin la agitación y la
propaganda. Para él había una diferencia esencial entre ambas. En tanto que la
agitación busca provocar la indignación del pueblo y moverlo a la acción, la
propaganda busca provocar la reflexión en un número relativamente reducido de
personas. Lenin señalaba que el agitador se dirige a un gran número de personas
usando un número reducido de ideas, en tanto que el propagandista maneja un
gran número de ideas ante un número pequeño de gentes.
En el primer caso, se requiere de militantes capaces de identificarse
con las masas al punto de poder tocar sus fibras más íntimas, utilizando para
ello ejemplos concretos de la barbarie capitalista, por ejemplo, todo el
sufrimiento causado al pueblo por el rescate bancario, ó las condiciones de
permanente marginación a que se han visto sometidos los pueblos indios a lo
largo de la historia. Estos ejemplos en manos de un agitador hábil, pueden
producir la indignación y generar movimientos de enfrentamiento con la política
económica del Estado o de solidaridad con los pueblos indios como, en efecto
sucedió en 1994, donde la agitación seguida a la insurrección zapatista provocó
grandes movilizaciones populares. La agitación puede darse por medio de
volantes, carteles, etc. o de viva voz, como decíamos, a la masa en general.
Por su parte, la propaganda se dirige a poner de manifiesto los mecanismos de
funcionamiento del sistema, de manera detallada y analítica, de ahí que
requiera de intelectuales debidamente capacitados pues esta actividad se
desarrolla ante un público más culto y avanzado, valiéndose de libros,
revistas, conferencias, mesas redondas, cursos especializados, etc.
Tomando los mismos ejemplos del rescate bancario y la marginación de los
pueblos indios, el propagandista hará una exposición más o menos sistemática de
cómo funciona el sistema bancario, su entrega a la iniciativa privada, las
políticas irresponsables de los nuevos dueños, los préstamos fraudulentos de
los banqueros a sí mismos, los vínculos y relaciones con los círculos del poder
que les facilitaron informaciones privilegiadas y les protegieron las espaldas
para que pudieran cometer ese gigantesco fraude, etc. Por lo que respecta a los
pueblos indios, informará a su auditorio sobre lo que significó la caída de
México-Tenochtitlan y las condiciones de explotación inhumana a que los
españoles sometieron a los indios; hará una reseña histórica de las luchas de
resistencia de los pueblos indígenas en defensa de sus tierras y su cultura. Se
resaltará el hecho de que todos los regímenes, desde la Colonia hasta la
Revolución, se han desentendido de la problemática indígena y por el contrario
han auspiciado, quienes más, quienes menos, el racismo contra los indios como
forma ideológica que enmascara la explotación a que se les somete.
Como podemos comprender, y la propia experiencia nos lo ha mostrado,
la propaganda no puede desarrollarse ante grandes masas y, por el contrario, la
agitación es notoriamente insuficiente como vehículo de propagandización, de
ahí la necesidad de contar con cuadros capaces de llevar a cabo unas u otras.
Tanto a la agitación como a la propaganda, la Escuela de Cuadros puede
aportar mucho; puede coadyuvar a la formación de agitadores y propagandistas
(lo mismo que organizadores), pero no puede ser ella la que elabore la
propaganda: esta es la diferencia fundamental, la escuela forma los cuadros,
provenientes del movimiento y éstos desarrollan las tareas. Los trabajos de la
Escuela de Cuadros, entonces, están orientados a la formación de los cuadros de
la organización, no a cualquiera que gire alrededor de la misma, salvo en casos
excepcionales de personas que hayan mostrado cualidades y disposición de lucha
por encima de los miembros comunes de los organismos de masas que dirija la
organización.
2.- Debe establecerse como requisito de ingreso, pasar por el curso
básico de la escuela de cuadros.
Un error que hemos cometido ha
sido el de incorporar a compañeros sin ningún tipo de preparación política;
basados en su disposición a participar. No sólo eso, no nos hemos preocupado
por capacitarlos posteriormente y sus conocimientos teóricos son productos de
lecturas sueltas y desordenas, con lo que su nivel teórico es muy deficiente,
más empírico que sistemático por lo que deben enfrentar serias dificultades
para resolver problemas que se les presentan sobre la marcha, además de
costarles trabajo el ubicar posiciones política distintas a las de la
organización. A la larga esta ausencia de capacitación termina por inhibir la
participación de los camaradas.
Por otro lado, tenemos que no es muy grande la predisposición al
estudio entre los camaradas. No se comprende la importancia de la preparación
teórica, ni se percibe que como cuadros revolucionarios no podemos vegetar en
la mediocridad intelectual. Es preciso que establezcamos el requisito del
estudio de la teoría revolucionaria para el ingreso a la organización, pues
además de sentar las bases de la formación política de los compañeros, será un
indicativo claro de la decisión de avanzar en el dominio de la teoría
revolucionaria, dominio que, sin duda, redundará en la actuación política de
todos y cada uno de nosotros y sólo así es que podremos estar debidamente
representados en todos los foros que se presenten al seno del movimiento
popular.
Recordemos que: “el
Partido de la clase obrera no puede cumplir su misión de dirigente de su clase,
no puede cumplir su misión de organizador y dirigente de la revolución
proletaria, si no posee la teoría de vanguardia del movimiento obrero, si no
posee la teoría marxista-leninista. (Stalin)”
3.- Vincular el estudio con la actividad práctica.
Lo primero que debemos definir es lo que entendemos por práctica o a
que nos referimos cuando hablamos de práctica. Desde luego que no hablamos del
practicismo seguidista y desorganizador de los espontaneístas, que en lugar de
marchar a la cabeza de las masas como su dirección política,
pretenden que vayamos a la cola de los elementos más atrasados de las mismas.
La práctica, como la conciben estas personas, está orientada a atender
“las más sentidas demandas de las masas”, lo cual se reduce a la gestión de
soluciones a los problemas inmediatos, no como un medio para incorporarlas a la
lucha política, sino como un fin en sí misma. Así, la gestión de vivienda,
pongamos por caso, termina con la entrega de la misma, sin cuestionar para nada
al sistema, sin crear conciencia entre los demandantes de que la penuria de la
vivienda es tan sólo una parte del empeoramiento continuo a que se ve sometida
la clase obrera y en general todo el pueblo trabajador. Igual sucede con la
lucha sindical, desvinculada del objetivo final que es la toma de poder por el
proletariado para construir una sociedad nueva, sólo conduce, cuando más, a un
gremialismo más o menos beligerante, pero no a ser parte de la lucha
revolucionaria del proletariado. Desde luego que este tipo de lucha es
totalmente aceptable para la burguesía, después de todo encuadra perfectamente
en los marcos de su legalidad y, consecuentemente, en la conservación del
sistema ¿qué otra cosa piden los capitalistas?
Estas concepciones niegan la necesidad de la lucha política.
Reduciendo la política al parlamentarismo burgués, con argumentos de índole
moral acerca de lo nocivo que es para las masas su participación política,
evitan plantearse un enfrentamiento real con el Estado, combatiendo incluso a
las organizaciones de izquierda que utilizan estas formas de lucha, poniéndose
así, consciente o inconscientemente del lado del enemigo de clase. En realidad,
los dirigentes de estas corrientes han creado auténticos feudos en sus
organizaciones, haciendo de la gestión su modo de vida pues resultan muy
lucrativas para ellos esa función y esa práctica.
Un comentario aparte merece la posición del EZLN, que propone la
formación de un amplio frente de izquierda por el socialismo. Hubieron de pasar
once años para que los zapatistas rectificaran las posiciones manifestadas en
1994, cuando afirmaban que no eran socialistas ni comunistas. Sin embargo, aun
mantienen su postura de “no luchar por el poder”.
Es desde luego un contrasentido plantearse la lucha por el socialismo sin
plantear la toma del poder. El socialismo requiere por fuerza la expropiación
de los medios de producción para convertirlos de propiedad privada a propiedad
social, es decir, la eliminación de la burguesía como clase. No se
requieren estudios muy sesudos para comprender que jamás los capitalistas
aceptarán semejante perspectiva. Y no sólo no lo aceptarán, lucharán a muerte
por impedirlo, recurriendo a todos los medios a su alcance y, en México,
sabemos lo que eso significa.
Por lo mismo, romper la resistencia de los actuales dueños de los
medios de producción sólo será posible si derrotamos sus órganos de fuerza,
núcleo central de su estado. Pero aun y cuando se les derrote, los burgueses
seguirán resistiendo, contando además con la activa participación de los EE UU
que no aceptarán de ningún modo la instauración de un sistema socialista justo
a las puertas de su casa, por lo cual, sin duda, intervendrá militarmente en
nuestro país, para ahogar a la revolución triunfante y de paso, si pueden,
arrancarnos otra porción de territorio e incluso absorbernos íntegramente. Pero
no solamente se tiene que enfrentar la
resistencia de la burguesía y la amenaza de intervención del imperio en México;
la organización de un nuevo modo de producción requiere una estricta
disciplina, por lo menos al principio, que no podrá ejercerse sino a condición
de existir un aparato de poder que la imponga, pues durante un tiempo
subsistirán las costumbres burguesas de trabajo, lo mismo que las prácticas
corruptas en la administración del Estado.
Semejante escenario exige del proletariado una enorme tensión de
fuerzas y muy particularmente, la instauración de un poder altamente
centralizado y fuerte, capaz de enfrentar las acechanzas y amenazas planteadas
a una revolución socialista triunfante.
Es claro, entonces, que la postura zapatista de no luchar por el poder
es por lo menos confusa. La propia práctica del EZLN demuestra que lejos de
renunciar al poder lo han ejercido con firmeza en los territorios que controla
en los que ha formado municipios autónomos (los Aguascalientes primero y
después los Caracoles) donde no dudamos se han instrumentado prácticas
democráticas que debemos estudiar detenidamente; entonces ¿qué sentido tiene
decir que no debemos luchar por el poder?, ¿se quiere dar a entender que la
dirigencia revolucionaria no debe servirse del poder ó que no debe ejercer el
poder en forma ilimitada y sin control?, o bien ¿se trata de plantear una nueva
forma de ejercicio del poder, poniéndolo efectivamente en manos del pueblo?,
nada de eso ha sido aclarado por los dirigentes del zapatismo, lo cual sólo ha
generado confusión, convirtiéndose en un obstáculo para que la izquierda se
aglutine en torno de los zapatistas, incluso, hay quien piensa que tal postura
es tan solo una maniobra zapatista para evitar que le disputen la hegemonía del
movimiento revolucionario en México.
Conforme a lo anterior, podemos exponer ahora a que nos referimos
cuando decimos que la educación que se imparta en la Escuela de Cuadros, debe
estar vinculada a la práctica.
Para nosotros, la práctica
es, precisamente, la práctica revolucionaria, constituida por las tareas que
permitan agrupar, organizar, movilizar y dirigir a las grandes masas del pueblo
para luchar contra la burguesía, resistir para acumular fuerzas y poder pasar a
la ofensiva y derrotar a los explotadores. Siguiendo a Lenin, nuestra
aspiración no es convertirnos en secretarios de tradeunión (sindicato), sino en
tribunos populares, no en los gestores de los asuntos cotidianos, importantes
sí, pero insuficientes si están ligados al objetivo fundamental de tomar el
poder, sino en los dirigentes de la lucha por la destrucción del capitalismo y
la construcción de la sociedad socialista; y la orientación de los militantes
para seguir semejante práctica es la tarea esencial de la Escuela de Cuadros,
es, a fin de cuentas, un pilar de la actuación de la organización pues sin los
cuadros revolucionarios capaces teórica y prácticamente la Revolución es
imposible, pues “La fuerza de la teoría marxista-leninista
consiste en que da al Partido la posibilidad de orientarse dentro de la
situación, de comprender el nexo interno que une los acontecimientos que le
rodean, de prever la marcha de los acontecimientos y discernir, no sólo cómo y
hacia dónde se desarrollan los acontecimientos en el presente, sino también
cómo y hacia dónde habrán de desarrollarse en el porvenir…Sólo un partido que
posee la teoría marxista-leninista puede avanzar con paso firme y conducir
hacia adelante a la clase obrera (Stalin)”.
4.- La Educación impartida en la Escuela de Cuadros debe basarse en el
reconocimiento de la realidad.
Esto puede parecer muy obvio pero no lo es. Generalmente los círculos
de estudio, en el mejor de los casos, se limitan a proporcionar algunos
conocimientos generales de filosofía y economía, si van bien las cosas, se
proporcionan algunos elementos de ciencia política. Cuando no, se les reduce al
estudio de algunos aspectos muy concretos de la problemática inmediata que
abordan las organizaciones: Ley de Condóminos, Ley Federal del Trabajo, etc.
Poco, muy poco acerca de los mecanismos de funcionamiento del sistema, para ya
no hablar de temas más profundos, como pudieran ser, pongamos por caso, la
teoría marxista de la enajenación, etc.
Las situaciones políticas
nacional e internacional, poco se tocan como no sea para que sirvan de temas de
charla entre amigos. Tan es así que a 15 años del derrumbe de la URSS, no hay
ningún trabajo importante, al menos en México, sobre el tema. Los estudios
sobre el neoliberalismo provienen de intelectuales no marxistas, por lo cual,
no ligan sus conclusiones con una salida revolucionaria al respecto, así, el
neoliberalismo es malo porque ha arruinado a amplios sectores de la burguesía
nacional, no porque conlleve a una superexplotación de los trabajadores del
campo y la ciudad. Si se critica la entrega que los neoliberales mexicanos han
hecho al imperialismo de importantes recursos nacionales, es porque se le
considera como parte de la política de aniquilamiento de los sectores pequeños
y medianos de los capitalistas más que por la pérdida de soberanía que ello
representa. Así podríamos enumerar una larga lista de temas en los que la
elaboración marxista ha estado ausente. Nuestro estudio tampoco ha de regirse
por la consigna lanzada por algunos intelectuales de “volvamos a los clásicos”.
El estudio de la obra de Marx, Engels, Lenin y otros, es una obligación
constante, pero no puede ser el centro de nuestra actividad teórica. Stalin
tenía razón cuando afirmaba que “Poseer la teoría marxista-leninista no significa, ni mucho menos,
aprenderse todas sus fórmulas y conclusiones y aferrarse a la letra de ellas.
Para poseer la teoría marxista-leninista hace falta, ante todo, aprender a
distinguir entre su letra y su esencia”, y, después de todo, “el alma viva de
la Dialéctica es el análisis concreto de la realidad concreta”.
El estudio, visto en esta perspectiva, debe permitirnos reconocer
la verdadera realidad, no lo que los teóricos burgueses nos presentan como tal,
reconocer también los cambios que se producen en la misma y como enfrentarlos,
es decir, aprender a descubrir las leyes del movimiento, sobre todo social, para
estar en condiciones de usarlas adecuadamente en la lucha revolucionaria de la
clase obrera. Por eso, es que en el nivel más elevado de una escuela de cuadros
ponemos la elaboración teórica, donde se reconozca la realidad y su movimiento
y se propongan acciones estratégicas y tácticas para enfrentar tal realidad.
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