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30 may 2014

MONERÍAS

“El mundo está librando la lucha contra las drogas en medio de las tinieblas. Todos nuestros esfuerzos están condenados al fracaso si no irradiamos la fuerte luz de la verdad sobre el nauseabundo crimen del narcotráfico que lacera a la humanidad. Rodeada por esa oscuridad, la pobre Colombia está enredada y perdida en un negro laberinto más intrincado que el del mito del Minotauro.

   Esta certeza se reafirma con las impactantes denuncias del hoy ex gobernador de Minnesota, Jesse Ventura, director del programa de televisión "The Conspiracy Theory” (La Teoría de la conspiración), un hombre al cual hay que creerle, no solo por haber sido autoridad en un Estado de la Unión americana, sino por su rigor investigativo y alto compromiso con la humanidad. No estamos estimulando lluvias sobre terreno mojado al traer versiones difundidas por todo el mundo. Simplemente posicionamos como una verdad irrefutable, que no se puede ocultar más, el nefasto rol de la CIA y la DEA, como motores y generadores de la calamidad humanitaria del flagelo del narcotráfico.

   Desde hace más de medio siglo, la CIA está utilizando las ganancias criminales del naco para financiar sus operaciones encubiertas de guerra sucia, como recurso pérfido para evitar rendirle cuentas al Congreso y al propio pueblo norteamericano. Ese dinero es utilizado para desestabilizar gobiernos legítimos, electos democráticamente, para financiar atentados contra líderes del hemisferio que se oponen a la política hegemónica de Washington. Pero más grave aún, tal desviación es tolerada por autoridades corruptas de los propios USA, país donde tales conductas son consideradas como una traición a la Constitución, los principios y las leyes. Sostiene Jesse Ventura, que la participación de la CIA en el negocio está totalmente documentada. Lo mismo en Francia, entre 1947 y 1951; el Sudeste asiático durante los años 50. Lo mismo que en Indochina, en Centroamérica, en México y Colombia. Afganistán se ha convertido durante la guerra –denuncia el ex gobernador Jesse- en el mayor proveedor de opio y heroína en Europa. El cultivo de la amapola, casi erradicado por los gobiernos talibanes, volvió a florecer con la invasión de los Estados Unidos. 

   Michel Levine, agente encubierto de la DEA durante 25 años –el más condecorado de la historia-, afirma en su libro “Deep Cover”, que en ocasiones, cuando se disponía a capturar a peces gordos del narcotráfico, recibió órdenes de sus superiores de no hacerlo porque eran colaboradores de la CIA. El periodista, Gary Webb, quien develó cómo la CIA introdujo, vía Los Ángeles, cientos de toneladas de cocaína para distribuirse en territorio estadounidense, terminó muerto con dos balazos en la cabeza. En 1976, el inspector general de la CIA reconoció en C-SPAN que esa institución creó la epidemia del "crack”.     

   Tanto la DEA como los barones de la droga, están haciendo el negocio del siglo, mueven una gran masa de dinero que oscila entre 500 mil billones y un trillón de dólares anuales, una cantidad mayor que las del petróleo y el gas natural juntos, y el doble de la industria de automóviles. Y en ese gran negocio se ubica la razón por la cual el ejército de Estados Unidos, el aparato militar más grande del mundo, con un presupuesto de cientos de billones de dólares, es incapaz de controlar el ingreso de drogas a su país.  Por eso la guerra contra las drogas es una farsa total. Esto explica el rotundo fracaso de la política antidrogas. La causa para persistir en esa política son los negocios. Colombia y México aportan las víctimas del prohibicionismo hipócrita. Donde huela a drogas, ahí están las tropas estadounidenses erradicando la cocaína, heroína y el opio de los demás, protegiendo a los barones de la droga que blanquean sus dineros a través de los bancos de USA y UE, como señala Ventura. Mientras los insignificantes capos colombianos, lavan su plata y la ponen a circular en los circuitos financieros del país, antes de ser asesinados, encarcelados, o extraditados a Norteamérica. Cualquiera puede sentir que en esas condiciones resulta estéril el esfuerzo de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito, dirigido a castigar a delincuentes financieros responsables de lavar activos. Así, la legalización del consumo que ahora propone la ONU para desestimular el negocio, no deja de ser una vana prédica esparcida en la soledad del desierto.    

   Lo anterior obliga a repensar lo que ha pasado en Colombia. ¿Qué movió Álvaro Uribe, con antecedentes de narcotráfico, a permitir se instalaran 7 bases militares norteamericanas en nuestro territorio? ¿Qué papel han jugado varios directores de la policía colombiana en las últimas décadas? No se sabe si trabajaban por los estipendios de los capos, o como agentes encubiertos para la DEA y la CIA. 

   El ministro de Defensa de Colombia, al acusar de narcotraficante a la guerrilla, sólo hace el ridículo. Preguntémonos mejor, qué hacer para salir de este laberinto. Cerramos el ciclo de conversaciones por la paz en La Habana presentando 50 propuestas, que de asumirse con sensatez por el gobierno, pueden coadyuvar a encontrar un camino, el cual, mediante la sustitución gradual, saque a los campesinos de la miseria en que se hallan. Una conferencia de naciones deberá trazar líneas estratégicas que permitan, con la espada de la verdad, darle la estocada final a ese monstruo, que es el Minotauro del narcotráfico.”

Salvando las geográficas distancias, cualquier parecido con México es mera coincidencia, ¿o no? ¿Acaso se colombianizó nuestro país?                          



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