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Organización  Política  Proletaria OPP

2 may 2014

EDITORIAL

Cuando el 17 de febrero de 2008, contra la voluntad de Serbia, Rusia y naciones como Grecia y España, unilateralmente separatistas albano-kosovares proclamaron la independencia de Kosovo, los imperialistas de toda laya, capitaneados por Estados Unidos e Inglaterra, alegaron el inalienable derecho del pueblo kosovar a su libre determinación y le exigieron a los países que se oponían, respeto irrestricto al derecho internacional. De tal manera justificaron su política intervencionista. Igual ocurrió en Honduras, con la destitución del presidente Manuel Zelaya, con las invasiones de Grenada y, décadas antes, la de Panamá.

La intención norteamericana por realizar una jugada magistral en el ajedrez geopolítico del golfo de Karkinit ha tropezado con una -¿acaso inesperada?- respuesta: La decisión de los habitantes de la península de Crimea de independizarse de Ucrania, para anexarse a Rusia. Tal decisión echa por tierra los planes euro-americanos para la región.

De todos es sabido que desde siempre Estados Unidos, en alianza con las principales potencias de Europa, ha intentado cercar a la ex-Unión Soviética en la región del Mar Negro. Para lograrlo resultaba de vital importancia contar con el “consentimiento” de países fronterizos con Rusia, y si alguno de ellos posee una ubicación privilegiada es Ucrania. A ello obedeció la campaña de desestabilización emprendida por los forajidos de USA y la UE contra el gobierno democráticamente electo de Ucrania, presidido por el depuesto Viktor Yanukovich. 


La colusión entre los derechistas de Kiev y la alianza USA/UE, se fincó en la negativa de Yanukovich a firmar tratados de libre comercio con los gobiernos de Europa, y al estrechamiento de lazos con Moscú. A las revueltas desplegadas primordialmente en Kiev, le siguieron, en abierta injerencia, el anuncio de la UE de otorgar a los golpistas un préstamo de 11,000 millones de euros, mientras que Estados Unidos sugería una “ayuda económica” de mil millones de dólares. Hoy todo está a punto de acabar en el bote de la basura. Además, el ansiado cerco militar de la OTAN a Rusia en la región del Mar Negro colapsa, y la apropiación del gas y granos producidos en Crimea se quebranta.

Resulta poco probable que fuera del enojo y amenazas contra Moscú, la alianza Washington-Bruselas pueda hacer algo más. El que algunos países de Europa no deseen confrontarse a Rusia, y China se oponga a sancionar al oso ruso, dificultarán aún más que alguna sanción seria prospere. ¿Se conformará Obama con enseñarle la lengua a Putin?

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