MÁS ALLÁ DEL
DESAFUERO
El 24 de abril finalizó una etapa de lucha.
Ese día, un millón doscientas mil personas salieron a las calles a darle la
puntilla al intento foxista por dejar fuera de la contienda electoral del 2006
a Andrés Manuel López Obrador. Esa grandiosa movilización fue el remate de una
lucha constante en contra de las pretensiones autoritarias del gobierno
federal, en complicidad con el PRI, mismas que, tras múltiples acciones
populares se había ya, de hecho, derrumbado.
La lucha dada a lo largo de los
recientemente pasados once meses, no tenía únicamente como eje rector, la
defensa del jefe de gobierno del D.F. Se trataba, como en su momento lo señaló
claramente el E.Z.L.N. por voz del Subcomante Marcos, de defender los derechos
de cualquier ciudadano, cuando son atropellados por el Estado. Tampoco era el
caso, como afirmaron muchos, de que el ataque enfrentado por “El Peje” haya
sido tan sólo por encabezar las encuestas de preferencia electoral rumbo al
2006. En realidad la campaña foxista obedeció, precisamente, y como el propio
López Obrador ha puesto de relieve, a que las preferencias electorales
favorables a este último, se deben a la aplicación de un programa de gobierno
que toma en cuenta las necesidades más urgentes de los sectores mayormente
desprotegidos y vulnerables de la población, pues si su programa fuese
favorable a los intereses del grupo dominante en México, de seguro no se le
hubiera perseguido con tal saña, como sucedió con Vicente Fox, quien en la
campaña electoral del 2000 punteó en las encuestas desde antes de iniciarse el
proceso electoral y no fue molestado para nada, a pesar de los cuantiosos
recursos ilegales invertidos en su campaña.
El empecinamiento en la persecución al
mandatario capitalino, es consecuencia de que el sector burgués dominante en
México, a contrapelo de la tendencia mundial orientada al abandono del
neoliberalismo como sistema económico dado su evidente fracaso, no digamos para
acabar con la miseria de las grandes masas de la población del planeta, sino,
incluso, resolver los más apremiantes problemas de los propios capitalistas, se
empeña en mantener este régimen que sólo ha conducido a una monstruosa
concentración del capital en manos de dicho sector oligárquico, llevando a la ruina
a la inmensa mayoría de la ciudadanía, incluidos decenas de miles de
empresarios quebrados por los neoliberales.
La soberbia que afecta a los neoliberales,
hace, como sucede con los déspotas de todas las épocas, que pierdan la memoria
histórica y olviden que la barbarie del capitalismo salvaje de sus tatarabuelos
ideológicos, desde hace ya 200 años sólo condujo a grandiosas insurrecciones
obreras, a la formación de la Comuna de París y de la Unión Soviética, ensayos
que si bien fallaron, sirven al proletariado para acumular experiencia
aplicable a nuevos y mas profundos intentos de construir una sociedad justa,
libre de explotación y de miseria. Sobre todo se les olvida que “donde hay
opresión hay resistencia y mientras mayor sea la opresión mayor será la
resistencia”. Desdeñan, incluso, su propia historia y no recuerdan ya cómo a
fines del siglo XVIII, las exacciones de los señores feudales en contra de todo
el pueblo, cuyo remate fue un aumento desmedido en el precio del pan llevaron a
Francia, revolucionaria y enardecida, a decapitar a su monarca; mientras que en
México se corrió a tiros al viejo dictador Díaz sostén durante 30 años, de un
régimen de semiesclavitud y tiranía como no ha padecido otro nuestra patria.
Por lo pronto, tras esta prolongada
confrontación, ya rodaron algunas cabezas: salieron Rafael Macedo de la Concha
y Francisco Vega Memije de la PGR, y se rumora insistentemente acerca de la
salida de Santiago Creel de la Secretaría de Gobernación para “dedicarse a su
campaña” por la candidatura del PAN a la presidencia. Vicente Fox, por su lado,
hubo de recular ordenando a Daniel Cabeza de Vaca, su nuevo procurador de
justicia, una virtual amnistía para López Obrador, reconociendo de facto su
derrota.
El PRI, con toda certeza, fue el gran
perdedor en esta contienda. Este partido esperaba, como gráficamente le hiciera
notar Denise Merker en su programa a Manlio Fabio Beltrones, llegar a la
presidencia “nadando de a muertito”. La dirigencia priísta durante todo este
período aparentó estar al margen del pleito, incluso, legisladores y dirigentes
del tricolor se dieron el lujo de pontificar a Fox y López Obrador
conminándolos a dejar las disputas y ponerse a trabajar “en bien del país”. Más
aun, tanto Emilio Chiaufet como Carlos Madrazo declararon una y otra vez que
“no hay línea en el caso del desafuero”, además el propio Madrazo proclamaba a
los cuatro vientos cada vez que podía que le gustaría ver al jefe de gobierno
del DF, en las boletas electorales en el 2006 para ganarle nuevamente, todo
dicho en un tono supuestamente moderado, con la obvia intención de presentarse
como el partido de la sensatez y la tolerancia en contraste con los rijosos del
PAN y el PRD. Sin embargo, a las medidas de Fox en torno al desafuero, el PRI
no supo sino responder con una rabieta monumental que, en lugar de intimidar al
gobierno federal, sólo los exhibió como los embusteros y tramposos que son: con
la decisión presidencial no sólo han pasado a un casi anonimato; se han
marginado de ser elemento decisivo en la resolución del conflicto cuando, por
un error de cálculo político, optaron por respaldar a Fox en el desafuero,
reforzando la percepción de la gente en el sentido de que existía un acuerdo
PRI - PAN para sacar de la jugada a López Obrador. Con ese proceder, el PRI
dejó pasar la oportunidad de consolidarse como el fiel de la balanza política
mexicana, y aparecer, entonces sí, no nada más como un partido magnánimo y
tolerante, sino, incluso, como único garante de la estabilidad social con el
correspondiente incremento de su capital político.
En esta etapa, sin duda, Andrés Manuel López
Obrador tuvo la capacidad suficiente para aglutinar la inconformidad popular a
su rededor y poner poco a poco en movimiento a una sociedad cada vez más harta
de los desmanes y excesos neoliberales, ya sea que los cometa el PRI ó el PAN,
sentando las bases de lo que se perfila ya como una vasta alianza de clases, a
la cual llamó explícitamente en su mensaje del 21 de marzo en el Auditorio
Nacional.
.
Se destaca en ese sentido el grado de
unidad del movimiento por él logrado, y muy especialmente, el haber podido
meter al orden al propio P.R.D. con todo y tribus (esto, por cierto, no excluye conflictos entre ellas, sin
embargo esos conflictos están subordinados al objetivo principal de llevar al
jefe de gobierno del DF a la presidencia), y si antes se afirmaba que López
Obrador venía avanzando a pesar de su partido, hoy vemos a los del Sol Azteca
marchar a los ritmos impuestos por “El Peje”, y a corrientes que al inicio de
la gestión de López Obrador pretendían imponer condiciones y aún chantajear al
entonces recién electo jefe de gobierno, hoy apenas si se atreven a esbozar
tímidas protestas porque, según ellos, no los toma en cuenta, y a solicitar,
con una humildad de la que antes carecían, ser atendidos por él.
La principal herramienta utilizada por él
han sido las denominadas “Redes Ciudadanas”, formadas por militantes y no
militantes del PRD, y que representan una verdadera estructura autónoma con la
cual puede, de ser necesario, prescindir del partido. Estas redes se orientan
por su programa, al que llama “Proyecto Alternativo de Nación”. Dicho programa
no es, ni con mucho, un programa revolucionario, mas bien se trata de una
reorientación del capitalismo, pero que hace planteamientos importantes a favor
del pueblo, sobre todo el de que el Estado retome su función de ser el
principal generador de soluciones a los más graves problemas económicos y
sociales del país (reminiscencias, sin duda, de los años del capitalismo de
estado) proponiendo medidas que han sido calurosamente acogidas por la
población, como son, entre muchas otras, la ayuda a los ancianos, y en general
a los grupos de mayor debilidad económica y social; el subsidio a los pasajes
del transporte operado por el gobierno, la construcción de nuevas escuelas de
niveles medio y superior en las zonas cuyos niveles de pobreza son superiores,
poner la cultura al alcance de crecientes sectores de la sociedad, impulsar la
obra pública tan descuidada por el gobierno federal, diseñar esquemas efectivos
de financiamiento a las empresas productivas, señaladamente a las PYMES, etc.
No busca, entonces, transformar al
capitalismo, sino conservarlo eliminando sus aristas más agudas, abriendo
válvulas de escape e impedir un estallido social. No en vano muchos empresarios
han manifestado abiertamente sus simpatías por el jefe de gobierno del DF, en
particular aquellos que vienen siendo desplazados por la oligarquía financiera
dominante. Existe, incluso, aceptación de medios periodísticos extranjeros tan
conservadores como el Washington Post o el Wall Street Journal, quienes han
criticado duramente al gobierno de Fox por el asunto del desafuero. El propio
gobierno de EU, por intermedio de Condolezza Rice, ha salido a señalar su
aceptación de un posible triunfo de “El Peje”, diciendo que estaría dispuesto a
trabajar con un gobierno de “izquierda”, pues les queda perfectamente claro que
una victoria de éste, no significa de ninguna manera la llegada al poder de la
izquierda, al menos no llegaría esa izquierda plebeya que exigiría cambios
profundos al sistema a favor de las clases trabajadoras.
Estas simpatías empresariales por AMLO,
tiene, por supuesto su lógica, visto desde el punto de vista político y
económico. En primer lugar y como señalamos arriba, decenas de miles de
pequeños, medianos y algunos no tan medianos empresarios, sufren el acoso
constante de los grandes capitalistas. Baste considerar, para darnos una idea
del grado de concentración de capital a que se ha llegado en México, algunos
datos: la telefonía general la controla una sola empresa: Telmex, en tanto que
en la telefonía celular son tres empresas: Telcel (filial de Telmex) Iusacell y
Telefónica Movistar; la panificación industrializada la controla la empresa
Bimbo, la industria refresquera está dominada por Femsa Coca Cola y muy atrás
Pepsi cola, en las comunicaciones Grupo Radio Centro controla el 70% de la
radiodifusión en tanto que la televisión abierta está en manos de dos empresas,
que son Televisa y Televisión Azteca mientras que en la televisión por cable es
el grupo Televisa el hegemónico; la industria cervecera está en poder de dos
empresas, estas son Femsa con Cervecería Cuauhtémoc y Cervecería Modelo (cuya
principal accionista, considerada la mujer más rica de nuestro país, acaba de
casarse con el embajador norteamericano Tony Garza); la industria cementera se
la reparten Cemex, Cruz Azul, y Apasco; pero los bancos constituyen la cereza
de este pastel pues 2 bancos, BBV Bancomer y Banamex , ambos en manos
extranjeras, acaparan los recursos financieros de México. Por cierto, de los
bancos existentes en nuestro país nada más uno es propiedad de mexicanos. El
comercio está monopolizado por unas pocas empresas: Walt Mart, Gigante, La
Comercial Mexicana, la Soriana, Carrefour y Chedraui, las cuales han arruinado
a miles de pequeños y medianos comerciantes, y ahogan con prácticas de
auténtica extorsión a los proveedores, en particular a los productores del
campo. Un solo dato sintetiza lo anterior: 19 empresas concentran los sectores
clave del mercado mexicano (La Jornada en la Economía, 25 de abril de 2005, pp.
4 y 5).
Siguiendo los lineamientos norteamericanos y
canadienses, delineados con nuestro ingreso al GATT y plasmados en el TLC, el
gobierno mexicano, desde tiempos de Miguel de la Madrid, fue retirando los
subsidios al campo, en tanto que los productores agrícolas de esos países los
mantuvieron, quedando los campesinos mexicanos sometidos a una competencia inequitativa
y ruinosa aunado a, en el plano nacional, la supresión de los apoyos técnicos,
de los precios de garantía y las fuentes de financiamiento, en tanto que el
gobierno y los grandes comerciantes (Walt Mart, Gigante, La Soriana, La
Comercial Mexicana, etc.), importan cada vez mas productos agropecuarios de los
EE UU, en ocasiones productos congelados de muchos años en detrimento de los
productores nacionales. Tal política hacia el campo ha terminado por
devastarlo, expulsando a millones de campesinos a las ciudades, donde deambulan
integrando un gigantesco ejército de reserva, o hacia los Estado Unidos, país
en el cual sobreviven en condiciones precarias, pero contando con una ocupación
y una remuneración de las cuales carecen en México, colaborando a la economía
nacional con cada vez mas importantes cantidades, al punto de ser la segunda
fuente de divisas sólo detrás de las exportaciones petroleras, situación que no
puede ser aprovechada por la industria nacional incapaz de competir con las
importaciones de mercancías norteamericanas, chinas y coreanas.
La industria no ha corrido mejor suerte. El
ingreso de México al GATT y la firma del TLC, llevaron al gobierno a abrir
indiscriminadamente y sin control los mercados nacionales a las mercaderías extranjeras
sin la correspondiente reciprocidad. El impacto de esas acciones ha sido
brutal, ramas enteras de la industria mexicana han sido llevadas al borde de la
ruina: la industria del vestido fue prácticamente quebrada con ropa
norteamericana usada y ropa china de muy baja calidad pero precios sumamente
bajos, la industria del calzado sufrió graves pérdidas merced al calzado de
plástico chino y así por el estilo. Los productores nacionales han sido
desplazados del mercado, al punto de que la mayor parte de las empresas
industriales están en manos extranjeras (aunque para ser justos el proceso de
desnacionalización de la industria viene de muy atrás de los regímenes
neoliberales), convirtiendo al país en exportador neto de capital, todo lo cual
se agrava con la nula inversión en tecnología propia aumentando la dependencia
y la fuga de recursos hacia el extranjero por este concepto. La crisis del 95
cerró en definitiva las fuentes de financiamiento para los industriales, pues
la banca dejó de prestar y sólo recientemente y de manera muy escasa empiezan a
otorgarse créditos. Los recursos financieros fueron canalizados hacia la banca,
al punto de que el 50% del presupuesto nacional se dedica a alimentar a esa
monstruosa sanguijuela llamada Fobaproa a costa de la actividad productiva.
Las esperanzas puestas en las maquiladoras
tampoco dieron resultado, primeramente porque es casi nulo el valor agregado
que la industria mexicana aporta a esa industria, no produce ingresos fiscales
pues esa actividad está exenta del pago de impuestos, los empleos producidos en
ella, son precarios y no generan un poder adquisitivo aceptable de los
trabajadores por lo que poco contribuyen al fortalecimiento del mercado
interno, de hecho, la famosa industria maquiladora se reduce a ser un
gigantesco taller de montaje. Por otra parte las maquiladoras han emigrado a
países como China, que si bien no tienen la ventaja de la cercanía con los
norteamericanos, en cambio ofertan una mano de obra prácticamente regalada,
desplazando a México de ese mercado e incluso de la captación de inversión
directa.
Así, la contracción de la actividad
industrial y la quiebra del campo han conducido al aniquilamiento del mercado
interno, al tiempo que las posibilidades de crear un mercado externo fuerte y
amplio se han estrellado con nuestra falta de competitividad y la propia
competencia china. Los resultado son un desempleo en constante aumento, la
elevación del comerció informal y del subempleo.
En semejante situación, nada tiene de raro
que el discurso antimonopólico y nacionalista de López Obrador haya caído en el
suelo fértil de un empresariado al borde de la ruina y sin perspectivas por
parte del PRI y del PAN, más aun cuando no ha enarbolado las banderas rojas del
proletariado. ¿Qué otra cosa puede pedir este sector burgués que un líder que
expresa a la perfección sus intereses y no ha caído hasta el momento en
veleidades socializantes?, y si había dudas, el 24 de abril en su discurso
pronunciado el Zócalo se encargó de disiparlas: ni estatismo ni neoliberalismo.
Por otra parte, el equipo de primer nivel
de López Obrador está constituido por antiguos y destacados priístas: Ortiz
Pincheti, Socorro Díaz, Leonel Cota, Manuel Camacho. Ricardo Monreal, Marcelo
Ebrard, tapado de López Obrador para el gobierno capitalino. Todos no solo
fueron priístas, también estuvieron ligados a Salinas de Gortari y en el caso
de Camacho Solís su íntimo amigo desde muy jóvenes, estando ausente la gente
proveniente de la vieja (y en muchas ocasiones heroica) izquierda mexicana, y
como remate la incorporación a este equipo de Federico Arreola, quien dice no
pertenecer a partido alguno pero que estuvo en el equipo de Luis Donaldo
Colosio y que se definió a sí mismo (en el noticiero de Ciro Gómez Leyva en
canal 40) como “de extrema derecha”
Otra situación digna de mención es la
relativa a su relación con las organizaciones sociales, pues, en general, se ha
favorecido a las organizaciones perredistas, v gr. Asamblea de Barrios, y en
cambio a las no perredistas se les han puesto trabas innecesarias para la
resolución de sus demandas. Existe la percepción de que bajo el falso argumento
de “ciudadanizar” los trámites, se esconde la intención de desarticular a las
organizaciones independientes o no integradas al perredismo.
También es importante resaltar la política
laboral de López Obrador (y del perredismo en general), pues si bien es cierto
que durante su gestión al frente del gobierno de la Ciudad de México los
salarios de los empleados públicos han tenido un aumento real, es igualmente
cierto que la contratación de trabajadores por honorarios ha crecido, y sabemos
que el contratar asalariados por honorarios sólo busca evadir el pago de las
prestaciones sociales a que todo trabajador tiene derecho. Ha logrado derrotar
a los charros sindicales del GDF, eliminando o, por los menos atenuando,
prácticas corruptas con las cuales se esquilmaba tanto a los trabajadores como
a la ciudadanía, pero se ha obstaculizado la formación de organizaciones
sindicales de los mal llamados trabajadores “de confianza”. Además, no le
conocemos ningún planteamiento claro en pro de una reforma laboral favorable a
los trabajadores, más aun, en movilizaciones obreras importantes, como las del
SME en defensa del sector eléctrico, se ha limitado a esporádicos saludos, sin
asumir una posición clara y firme al respecto. Lo mismo ocurrió en el caso de
las reformas al IMSS y las que se pretenden implantar en el ISSSTE.
Con las anteriores consideraciones no
pretendemos descalificar a López Obrador, sino poner de manifiesto que no se
trata de ningún movimiento revolucionario, que esta lucha es ante todo una
pugna interburguesa con una cada vez mayor participación popular, y quien la
dirige es una fracción de la burguesía en pugna, donde los
trabajadores tenemos muy limitadas posibilidades de participar en la dirección
de la misma y menos aun de definir el rumbo que ha de tomar.
Esta lucha, entonces, no es propiamente la
nuestra, sin embargo no podemos permanecer al margen de ella so pena de vernos
arrastrados a la misma, sin posibilidad alguna de ejercer influencia en los
acontecimientos; más si hemos de participar se precisa tener bien claro a que
entramos para que nadie se llame a engaño ni tampoco espere lo que no vamos a
obtener sino a través de nuestra propia lucha, esto también lo dejo bien claro
en el Zócalo al afirmar “se puede avanzar con las masas, pero se avanza mas
rápido y con menos conflictos si se pacta con los distintos actores de la
política”, lo que visto en perspectiva significa que las masas populares no
pueden tener la seguridad de que sus aspiraciones democráticas, en lo
económico, lo político y lo social, se atiendan a cabalidad; ni que tampoco se
les incorpore a la conducción política del país. La vieja máxima de que “la liberación
de la clase obrera sólo puede ser obra de la clase obrera” está más vigente que
nunca. Y es esta reflexión la que nos debe llevar a tener en cuenta los “hoyos
negros” en la política de López Obrador y, en consecuencia, tomar una decisión
mas razonada sobre cómo y con qué objetivos participar en el presente
movimiento, pues sería un error soslayar, en aras de no ir en contra del sentir
de mucha gente, ciertos aspectos poco claros e incluso inaceptables, de la
política lopezobradorista. El seguidismo es un lujo que ya no podemos darnos.
09/05/2005
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