A los trabajadores
Camaradas:
Deseamos
que los trabajos de este Foro de la Federación de
Trabajadores del Distrito Federal sean fructíferos y alcancen los consensos
adecuados para catapultar al movimiento obrero mexicano, especialmente en estos
momentos definitorios que vive el proletariado en los cinco continentes. A
nivel mundial la burguesía ha desatado una feroz ofensiva político-económica de
enormes proporciones, cuya finalidad es suprimir las conquistas laborales que
los trabajadores obtuvieron tras décadas de lucha. En la mayoría de países del
orbe, los gobiernos neoliberales promulgan leyes que descargan sobre los
hombros de los trabajadores, el pesado fardo de una crisis económica, política
y social originada por la voracidad de una clase dominante parasitaria.
El
avance de las contrarreformas burguesas obedece, entre otras causas, a la
debilidad, aislamiento y dispersión del movimiento obrero. Aunque en países de
Europa, América y USA existen grandes y fuertes centrales obreras capaces de
paralizar la actividad económica, sus posibilidades de resistencia ante la
embestida burguesa se ven disminuidas por la falta de consenso y apoyo del
resto de la población, ello sin considerar los grandes diferendos incubados
entre los gremios sindicales.
En México el proletariado se encuentra
en reflujo, sin lograr establecer bases mínimas para alcanzar su unidad de
clase y ser actor fundamental en las distintas luchas económicas, políticas y
sociales que se libran a lo largo y ancho del país. El movimiento sindicalista
se halla inmerso en un ya largo período de transición donde no termina de
adaptarse a la reorganización mundial del trabajo, pues el cambio en el modelo
de acumulación capitalista desecha por costosas y obsoletas las formas
tradicionales de control político sobre las fuerzas productivas e impone la
adopción de nuevos mecanismos para operar los factores fundamentales de la
producción capitalista.
Reducidos a una lucha gremialista y
economicista, los sindicatos se encuentran a la defensiva ante la escalada
patronal y gubernamental que se expresa en un agresivo y continuado embate por
reformar la Ley Federal del Trabajo (LFT); reforma que contempla impedir la
participación sindical en la creación y asignación de nuevas plazas laborales,
desaparecer los contratos colectivos de trabajo, eliminar la jornada laboral de
ocho horas para suplirla por la jornada-hora; así como eliminar en la práctica
uno de los instrumentos fundamentales de la lucha obrera: el derecho a huelga, al someter éste al “beneplácito” de la
patronal. El objetivo de la reforma laboral panista-priista, es desaparecer a
los sindicatos como instrumentos de organización y defensa de los intereses
fundamentales de los trabajadores, para asegurarle a los empresarios una mano de obra indefensa que pueda sobre-explotar con libertad
incrementándole las cargas y ritmos de trabajo, y reponerse así de la
disminución en sus tasas de ganancia originada por la crisis económica mundial.
Se pretende que lo ilegal se torne legal, como la supresión de la seguridad
social mediante la utilización del “Outsourcing”; instrumento creado para
mercadear la fuerza de trabajo, equiparable a la trata de esclavos.
La embestida de la burguesía mexicana y sus patrones imperiales
para promulgar una ley laboral fascistoide cuenta con la promoción desenfrenada
de los incondicionales “analistas de consigna” encargados de justificar la
avaricia de la clase dominante, además de allegarse la abyecta colaboración de
sempiternos líderes sindicales charros de la CTM, CT y demás centrales obreras
traidoras a la clase obrera. Situación que pone a la orden del día el tema de
la lucha de clases, aunque eso resulte molesto a quienes consideran a la
política como un “asunto de modas”. Sin embargo, para pesar de muchos, Warren
Buffet, uno de los
ricos más súper ricos de EEUU y del mundo, en una de sus declaraciones más
controvertidas indicó, para desconsuelo de quienes afirman que ya no hay clases
sociales en USA y por lo tanto asumen que el concepto de lucha de clases
resulta anticuado e irrelevante, que la realidad es que sí existen las clases
sociales y que además hay una encarnizada lucha entre ellas, en la que su clase
–los superricos– gana cada día más a costa de los intereses de la mayoría de la
población que consigue sus rentas a partir del trabajo en lugar del capital. Y
si eso ocurre en los Estados Unidos de Norteamérica, por extensión sucede en
casi todas las naciones del planeta.
No resulta desconocido que el sector
productivo es vital para la supervivencia y supremacía burguesa, por ello si
alguna clase o sector de clase está sometido a su dictadura omnímoda, esa es
precisamente la clase obrera. La burguesía puede tolerar, hasta cierto punto,
movimientos políticos o sociales en cualquier sector de la sociedad, pero nunca
en el ámbito de la producción. Para ella, aunque lo niegue públicamente,
todavía son vigentes los conceptos marxistas fundamentales de la lucha de
clases y desde esa perspectiva tiene muy claro que la única clase social que
puede arrebatarle el poder y destruirla, es la clase obrera. Por ello pone
especial énfasis en mantenerla sometida y enajenada. Así la centenaria afirmación
de Carlos Marx y Federico Engels, que señala: “la clase obrera es la más revolucionaria de todas las clases sociales,
porque de su liberación depende la liberación de todas las clases sociales
explotadas y oprimidas por el gran capital”, continua vigente.
Pese a sus complicadas condiciones de
vida, los trabajadores mexicanos constantemente dan muestras de su decisión de
lucha para transformar la realidad que viven. Muestra de ello son las heroicas
luchas de resistencia protagonizadas por mineros, electricistas, trabajadores
al servicio de los gobiernos estatales y federal, universitarios, aviación y de
diversas empresas del sector privado. Pero que penosamente, en su mayoría
transcurren de manera aislada, inconexas entre ellas y con otras luchas.
Por lo reseñado, a la clase obrera y los trabajadores mexicanos en
general, les aguardan tareas que ya no deben postergarse: alcanzar su unidad de
clase, romper el aislamiento de sus luchas y la creación de un amplio frente
obrero-campesino-popular son fundamentales. En lo inmediato se requiere
fortalecer a las organizaciones sindicales independientes para la defensa de la
clase y sus conquistas laborales. Además, los tiempos políticos les exigen
realizar acciones que posibiliten construir un Frente Nacional de
Organizaciones Laborales capaz de presentar férrea oposición al capital, a los
neoliberales y las centrales obreras integradas al Congreso del Trabajo y demás
centrales espurias, cúpulas obreras corporativas al servicio absoluto del
capital; todo ello como acciones coadyuvantes en la formación de una nueva
Central Proletaria.
De igual manera, deben convocar a la creación del Frente Nacional
en Defensa de la Patria, donde se incluya, además de los múltiples sectores
organizados de la sociedad, a todos aquellos mexicanos honestos que hoy carecen
de una trinchera para defender nuestra soberanía e impulsar desde ella la
reconstrucción de nuestro país, él cual hoy más que nunca se encuentra al borde
del colapso total.
¡Viva la lucha de los trabajadores
mexicanos!
¡Proletarios de todos los países
uníos!
Ciudad de México, a 27 de abril de 2011
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