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13 jun 2013

Sor Margarita y los hipócritas

Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva, de la paz el arcángel divino, que en el cielo tu eterno destino, por el dedo de Dios se escribió”.

Es la segunda estrofa del Himno Nacional Mexicano que invoca al Ser Supremo como redactor de un destino para la Nación.

Se canta todos los días en las escuelas, en las asambleas, en las convenciones, en los actos oficiales y en los actos públicos protocolarios.

Y nadie pone el grito en el cielo porque se invoque a Dios.

En 1974, sin relaciones aún entre México y el Vaticano, el muy liberal, masónico y juarista Luis Echeverría, visitó  la Santa Sede. Fue a pedirle al Papa Paulo VI su apoyo para su Carta del Tercer Mundo.

En 1979 José López Portillo recibió al nuevo Papa Juan Pablo II en una gira televisada en cadena nacional y a la que acudieron millones a actos públicos oficialmente proscritos por la ley.

A petición la madre de López Portillo, el Papa terminó oficiando una misa privada en Los Pinos. Y cuando al presidente le reclamaron la violación a la ley, envalentonado respondió: “Si hay multa, la pago de mi bolsillo”.

Carlos Salinas de Gortari consumó en lo inevitable. Tras la segunda visita de Juan Pablo II a México en 1990, en 1992 se restablecerían las relaciones diplomáticas con el Vaticano. Y aún así, tuvo que dar cuentas dentro de una iglesia del asesinato del Cardenal Posadas.

En 1999 Ernesto Zedillo invitó a Juan Pablo II a su primera visita como jefe de Estado. Fue la que proclamó a la Virgen de Guadalupe como reina de América.

De Vicente Fox ni se diga. En la visita papal del 2002 el presidente se hincó y besó el anillo papal. Acabó mal, desafiante besándose con Marta frente a la Basílica de San Pedro.

En abril del 2011, Felipe Calderón y Margarita Zavala asistieron en El Vaticano a una misa en la que se canonizó a Juan Diego. Y en marzo de 2012 el Papa Benedicto XVI hizo su primera visita a México invitado por el gobierno calderonista.

Vea pues todas esas fotografías de las visitas papales. Descubrirá rostros de políticos que capitalizan felices la fe y la devoción de un pueblo.

Si esta es la historia, ¿por qué quieren crucificar a la alcaldesa Margarita Arellanes al entregarle simbólicamente a Jesucristo las llaves de la ciudad de Monterrey?

Las críticas quizá vienen de aquellos que en vida persiguen curas y que ya en el lecho de muerte reclaman los Santos Óleos. El diccionario le tiene su definición: hipócritas.

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