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Organización  Política  Proletaria OPP

2 may 2014

Y AÚN ASÍ HAY QUIENES AFIRMAN QUE SON DE IZQUIERDA




Durante 2013 la violencia en las protestas de la capital del país fue regla. Con la unidad democrática una vez más diluida, las protestas se acrecentaron en frecuencia y tono. En vez de garantizar la libertad de expresión, las autoridades optaron por el camino de la represión y la confrontación directa con manifestantes y medios de comunicación.
    
    En este periodo, ARTICLE19 recolecto evidencia del incremento en la vulnerabilidad de manifestantes, periodistas –en especial freelancers y quienes participan en medios no comerciales o públicos-, así como de monitores civiles de organizaciones de derechos humanos. 
     
    El foco de este fenómeno durante el 2013 fue la Ciudad de México. El gobierno de Miguel Ángel Mancera dedicó sus esfuerzos en materia de seguridad pública a reprimir protestas que una y otra vez se salieron de su control al no contar con protocolos de actuación de la fuerza pública frente a manifestaciones.

    Al poco tiempo resulto evidente que la persecución de la policía capitalina no estaba enfocada a detener a quienes cometían delitos sino a reprimir la protesta, a mandar un mensaje inequívoco de la vocación del nuevo gobierno: la protesta social no tiene cabida en la ciudad. Este mensaje no solo hace menos democrático el espacio público sino que inhibe el ejercicio de la libertad de expresión en el acto de manifestarse y en el de documentar los abusos policiacos en contra de los manifestantes.

    La Ciudad de México, como una última frontera del ejercicio de derechos, caracterizada en los últimos años por ser un polo opositor, tolerante y con ampliación de los derechos sociales, de a poco se transforma en una ciudad donde la disputa constante por el espacio público y político se ve criminalizada. No son pocos los que han aprovechado este nuevo contexto para promover desde la ley que la libertad de expresión sea restringida, que las calles sean para uso exclusivo de los automóviles y las protestas —originadas en el mismo descontento— deban ajustarse a las subjetivas “buenas costumbres”.

    El litigio ciudadano frente al poder se mantiene y es irreductible. La protesta perdura como espacio que nivela la desigualdad en el dialogo político de un Estado en crisis. Y si no es en la calle, ¿en dónde será?

Extracto del informe  de ARTICLE 19 sobre la represión en el D.F.


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